La
hipercomunicación actual, de gran complejidad tecnológica, no ha sido digerida
por la sociedad, generando tensiones e intoxicación que impiden el pensamiento
y producen una situación de incertidumbre sobre el futuro.
Principio:
sólo a través de la razón podemos acceder al conocimiento; el conocimiento de
la realidad sólo es accesible a través de la razón.
El
Renacimiento consolidó el “pensamiento científico” que iguala conocimiento y
racionalidad, dejando a un lado la fe.
Las
tecnologías que articulan el mundo nos inundan de tal manera de “saber” que lo
hacen indigerible; producen confusión y nos abocan a un estado de ignorancia
individual y colectiva.
La
era “Hiper” actual, en la que todo es exponencial, nos sume en un estrés existencial
seguido de desconcierto, inseguridad, miedo, y como consecuencia pereza y
agorafobia.
Superada la era de la TV, sin que ésta haya
perdido poder, sí que ha dejado de ser relevante para las nuevas generaciones,
que se ven absorbidas por nuevos medios en los que pueden participar. Éstos,
lejos de abrirles a un conocimiento más amplio, los sumerge en un mundo creado
a su medida sembrado de miedos sutiles. Siendo en definitiva una trampa
mediática que además les impide el acceso a un conocimiento libre y plural.
La
ausencia de filósofos que propongan sistemas de interpretación de la realidad
actual y que abran vías para nuevos posicionamientos ideológicos, agrava aún
más el panorama impidiendo a corto plazo un cambio social, por otra parte
imprescindible.
Lo
que consolida definitivamente la sociedad de la ignorancia no es que se vea
favorecida por las nuevas formas de comunicación que circulan libremente, si no
que ha sido aceptada, asumida y elevada a la categoría de normalidad por la
sociedad actual.
Los
riesgos inminentes son: 1) El riesgo de estructurar una adecuada cohesión
social. 2) El peligro de ser ignorantes cuando hay y habrá que afrontar
importantes retos sociales y medioambientales. 3) Asegurarle al individuo un
lugar adecuado en una sociedad libre, que respete su identidad. Y todo esto en
una situación de absoluto dominio de un mercado de perfil monopolista, que bien
podríamos denominar “fascismo de mercado”.
¿Seremos
capaces de evitar la “disolución del individuo" como tal?
BIBLIOGRAFÍA: textos de Daniel
Innerarity y Antony Brey
1 comentario:
Pero sin internet, por ejemplo, yo no te hubiera podido leer jamás. No todo puede ser medido por el pesimismo. Cada cual es libre de escoger lo que quiere ver no?
Publicar un comentario