Recuerdo que hace años había un crítico de cine llamado Alfonso Sánchez, al que escuchaba con curiosidad en el único canal de televisión que sufríamos: "la televisión española". Aquel hombrecillo de voz gangosa nos orientaba sobre las películas en cartelera de forma entretenida y creo que también acertada.
Pues bien, recuerdo también que un día, como único comentario de una película nos obsequió con la descripción del peinado que, al parecer bastante voluminoso había lucido la señora de su butaca de delante; razón por la que, al ser el hombre bastante bajito, no había podido disfrutar de la película, ni tampoco darnos su opinión.
Y de él me acordaba yo días pasados; aunque a decir verdad me acuerdo casi todas las veces que voy al cine, pero no porque sea bajito, que lo soy, ni porque se me sienten delante señoras con peinados voluminosos. No. Simplemente porque cuando voy al cine quiero ver cine y escuchar cine y si fuera posible oler cine; aunque esto último todavía no entra en la oferta. Y a menudo, muy a menudo, me veo rodeado por personas que pasan una parte de la película comentándosela al vecino de butaca, cuando no haciendo comparaciones con otras del mismo actor o director.
Pienso que se trata de una costumbre adquirida en el sofá de casa, delante de la televisión, y que luego se ha trasladado al cine, para desgracia de éste último y por lo menos mía. Pero crearme que me resulta altamente desagradable, pues al final me condenarán a ver las películas en mi proyector de DVD, renunciando al encanto del cine en el cine.
Y que conste que no he dicho nada del olor a palomitas, del rodar de botes de refresco bajo los pies, ni de esa costumbre de levantarse y marcharse nada más comienzan los créditos.
Felíz película!
No hay comentarios:
Publicar un comentario