"EL HOMBRE NO ESTÁ diseñado PARA SER FELÍZ, SI NO PARA LA SUPERVIVENCIA"
Si esta afirmación tiene una parte de certeza, y yo creo que tiene mucha, lo que llamamos felicidad se reduciría a algunos momentos o instantes más o menos prolongados, basados en sensaciones, descargas de adrenalina, o de cualquier otra "ina", y nada más.
No a un estado prolongado.
Cuando alguien dijo la frase en una sobremesa familiar, me guardé la idea y la reflexioné después durante mucho tiempo, llegando a la conclusión que acabo de expresar, con bastante satisfacción por mi parte.
Desde que el ser humano habita el planeta, su principal preocupación ha sido sin ninguna duda la supervivencia. Sólo en los últimos años, una parte de esos habitantes han sentido que no tenían nada que temer, fruto de una buena dosis de estupidez, y de un sistema socioeconómico de organización cuyo juicio me guardo para otra ocasión, y se han dedicado a buscar y preguntarse por la felicidad.
Esa conducta los ha vuelto más vulnerables y menos conscientes de su verdadera misión en la vida.
En resumen: más estúpidos. Cualidad que por cierto no tiene límite superior, y a diferencia de otras como la inteligencia, ésta puede incluso tender al infinito.
De esta guisa, el llamado ser humano, de cuyo género participo, queda a merced de sus semejantes, individual y colectivamente; así como de las innumerables trampas que se elaboran con el fin de dominarse unos a otros. Lejos, muy lejos, de su mensaje genético y de su natural condición.
Lástima que, en un alarde de superación, además del mentado error, también se olvide de que es finito.
¡Alea jacta est!
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