La literatura es un espejo en el que se
miran los pueblos.
Poner ejemplos sería despreciar el
conocimiento sería despreciar el conocimiento de cualquiera que comparta esta
reflexión.
Oriente, el mundo árabe, la Rusia
comunista y tantos otros nos han dicho más a través de su literatura que en los
libros de historia.
Acabo de salir de un teatro en el que se
han atrevido a, de forma jocosa, pasar de puntillas por la obra cumbre del
manco de Lepanto, sin defraudar.
Mientras venía hacia aquí he repasado
algunos momentos de la obra intentando asimilarlos con comportamientos oriundos
de la tierra, constatando que coincidían en esencia, salvando las diferencias
de épocas que no son demasiadas.
Y, como la mente para poco, eso me ha
llevado a otras obras clásicas costumbristas, iconos de nuestra literatura.
El Buscón, El Lazarillo de Tormes, Don
Juan Tenorio, La Celestina (¿por qué no?) y otras de menor fama. UY! Se me
olvidaba “Vuelva Vd. mañana” de Mariano José de L. Son todas ellas reflejo de una
sociedad, desde el punto de vista global; y sus personajes de comportamientos
cuyas similitudes con los actuales no dejan de ser curiosos o por lo menos
llamar la atención.
En ellas hay pillería y habilidad para
conseguir lo que se quiere evitando el esfuerzo físico. Lástima que una
sociedad con un intelecto tan activo no haya encontrado todavía el camino de
emplearlo de otra manera. Porque si bien no se llega a la delincuencia, la
ética y la moral se ningunean , incluso el respeto queda a menudo bastante mal
parado.
El esfuerzo y el trabajo, una vez más
huelgan por su ausencia.
Recordemos, comenzando por el
protagonista cuya obra acabo de ver, que era ni más ni menos que un hidalgo, o
como se suele decir “ni chicha ni llimoná”; y de los protagonistas de las otras obras mentadas, más de lo mismo.
Lazarillo que roba a su amo, Maese Cabra
que se encarga de que sus hospedados no necesiten un endocrino, don Juan cuyos
objetivos no precisan de curriculum vitae, y la Celestinas que, lejos de los
fogones y las actividades artesanas que en su época se les reservaban, buscaba
las satisfacciones del alcahueteo.
Vamos que, tanto los mentados como los
omitidos nos los regala la literatura como reflejo fiel del carácter de un
pueblo.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que sus
autores nos dejaran semejantes joyas?, cientos de años. Quién lo diría. No lo
parece. Miro a mi alrededor y los veo a todos incluso multiplicados.
Sí, hay excepciones, pero aún así siguen
estando todos entre nosotros y posiblemente son mayoría.
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