Como introducción, y
porque tiene cierta similitud, diré que, cuando hace dos años me invitaron a
hacer un descenso en piragua por el Tajo, yo, cuya ignorancia me hace humano,
como había cruzado varias veces el Mar Menor, navegado por las orillas del Mare
Nostrum y descendido el Sella (que para no mentir es como hacer submarinismo en
una piscina), acepté ilusionado.
El guía, oída mi
“experiencia”, me dio la piragua más pequeña, y así fui capaz de durante nueve
horas pasar la mayor parte del tiempo en posición invertida, colgado de alguna
rama de la orilla o flagelando mosquitos entre la maleza en busca de osos;
bueno, realmente en busca del grupo, mientras el monitor sí que pensaba que me
había engullido algún inexistente oso, a juzgar por cómo me buscaba entre la
maleza.
Con estos antecedentes
y otros similares, cuando Isidro, uno de los líderes del CIM (el CIM es un club
multicultural y multideportivo en el que admiten a todo el mundo, una prueba
soy yo, sin más), organizó una ruta circular de cuatro días por los Picos de
Europa, yo (otra vez yo), que había hecho en la misma zona, hace dos años y
solo, el triangulo aparcamiento-refugio Urriellu-Bulnes, y vuelta al
aparcamiento, me dije: “chupao”. Estoy seguro de que “alguien” debió tragar saliva,
y casi se atraganta, antes de aceptarme.
Yo soy montañero de
sierra Calderona, Montgó, el Bernia, e incluso del parque de Cabecera del río
Túria. En el Pirineo me encuentro cómodo si voy en grupo, y poco más.
De los 23 que
recorrimos los más de 800 kilómetros para iniciar la travesía, yo fui sin duda
el más inconsciente.
No conozco mucha
montaña pero de Sierra Nevada, Pirineos, incluso de una parte de Alpes y Atlas,
el interior de Picos de Europa que hemos recorrido ha sido para mí sin duda lo
más árido para moverse por él; mucho más cuando la técnica es CERO.
Comienza éste relato
que dedico a todos, y especialmente a Tony, mi instructor y paciente tutor del
último y peor día para mi.
“Aunque las
tonalidades del tardío atardecer de julio suavizan la aridez del paisaje,
cualquiera de las travesías por el interior de éste macizo exigen notables
dosis de paciencia y mucho espíritu aventurero. No hay agua y la vegetación es
totalmente inexistente.”
Podría ir
cronológicamente y desgranar uno a uno los collados, las sendas, las
ascensiones y los descensos. Podría acompañar el relato de los cientos de fotos
que entre todos hemos recopilado; o incluso describir las penalidades de
algunos tramos y las euforias consecuentes cuando se superan. No, no voy ha
hacer eso.
La roca es de caliza
blanca, lo que indica que hace algún tiempo estuvo sumergida. Llevo los ojos
fijos en cada paso que doy y los doy con una cierta dulzura temerosa. Cuando
levanto la vista sólo veo agujas sin vegetación que se posicionan en mi contra.
El primer día, aun
siendo largo en longitud y ascenso, tengo las reservas plenas; aún así, cuando
llegamos al refugio, me confirmo que hace honor a su nombre: Cabrones. Dicen
que porque allí llevaban a los machos cabríos para controlar que no se
aparearan hasta que fuera la época adecuada. Pudo asegurar que para nosotros lo
de la época se lo podían haber saltado. Cualquier mes, después de una ascensión
así, tiene asegurado el éxito de la abstinencia.
El solo de saxo de la
noche compensa con creces los absolutos silencios de la alta montaña. Creo
incluso que puede haber sido capaz de confirmar las últimas teorías de
modificación del ADN (léase Vernetzte Intelligenz de Von Grazyna und Franz
Blusdorf).
Horcados Rojos, por
poner un ejemplo fácil, es como optar a matricula en las pruebas de gimnasia
del antiguo bachillerato; y es que yo, teniendo donde agarrarme me sumerjo en
un inmenso placer que se retroalimenta. No hubo consecuencias porque cuando me
fui a dar cuenta estaba arriba. Pero en cuanto tenga un rato investigaré lo del
nombre, que seguro que me da pistas.
Isidro, el promotor e
inventor de que le acompañáramos en este viaje para reverdecer laureles de
cuando iba a la peluquería (a saber de qué siglo estaré hablando), estuvo casi
todo el tiempo huido. Intenté seguirlo un día pero al poco desapreció, de modo
que no volví a cometer semejante atrevimiento. Por el contrario, el “jefe”,
siempre bajo palio, la viva imagen de un santón hindú de andar pausado, seguro
y sereno, cerraba la marcha de la manada como manda la raza de un buen cuidador.
A todo esto, yo, reptaba
al modo del Blasillo de Forges con la seguridad de que iba a llegar, pues
valoraba como más fácil lo desconocido que lo ya hecho. Me he medido a la
vuelta y he perdido 3 centímetros a lo largo, que no a lo ancho. Una gran
motivación que con toda seguridad no será necesario repetir.
En un descanso, una
compañera que maneja el teléfono móvil, sin el cual no hubiéramos podido
subsistir (no se puede ni subir al autobús), dice que ha muerto Javier Krahe, y
mira por donde lo primero que se me viene a la mente es el estribillo de una de
sus canciones más populares.
La flora y la fauna
fueron en todo momento invisibles para mi, y nuestra columna a modo de reguero
de hormigas multicolor la tuve siempre delante cuando alzaba la vista, que no
fue muy a menudo por cierto.
Nunca imaginé que “Picos”
pudiera tener tantos collados; más que la guía telefónica de Valencia, que ya
es decir. Cada vez que se superaba uno aparecía otro como si se tratara del
rosario de oraciones de una religión; la diferencia sólo se apreciaba en que
aquí las cuentas cada vez tenían mayor tamaño.
Pero tras cuatro días
de piedras blancas, de collados, de acariciar los neveros siguiendo la huella
del que va delante, de conciertos de viento nocturnos de ambos sexos y de hacer
el don Tancredo para ser inmortalizado por el móvil o la cámara de turno
(siempre en RAW), casi una hora más tarde de lo previsto, Tony me depositó en
el final de la última etapa.
No tengo palabras…
Bueno, diré algo: Ha
sido un reto, una enseñanza irrepetible (¡seguro!) y cuando acaba algo así
siento que no soy el mismo y me lo creo. Lo que pasa es que cuando llego a casa
tengo un espejo, y eso frustra en parte mis ilusiones.
Gracias a todos, un
fuerte abrazo y nos vemos en la próxima (cena).
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