Estamos asistiendo al fin de un modelo en el que influyen varios factores, aunque quizá lo más relevante sea que:
Los avances tecnológicos han canalizado sus beneficios hacia la mejora del precio del producto final y el beneficio empresarial.
El trabajo ha mantenido, si no aumentado su dedicación horaria al proceso productivo; mientras que la regulación de su remuneración se ha materializado en función de la necesaria capacidad de compra para el mantenimiento del consumo, mal llamado mercado.
Esto ha tenido como consecuencia dos resultados negativos:
a) el exceso de consumo más allá de las necesidades reales.
b) la sobreexplotación de los recursos del planeta por encima de lo sostenible a medio plazo.
Por estas razones, la citada conducta sólo ha sido posible mantenerla poco más de medio siglo, y limitada a una pequeña parte de la población del planeta.
Por lo que estamos a las puertas de un cambio profundo, que quizá se ha precipitado por la avaricia de algunos agentes dominantes del sistema y por la confianza ignorante en la pervivencia del mismo. Básicamente estos han sido los factores, pero podrían haber sido otros, ya que el sistema se soportaba (y se soporta todavía) en demasiadas mentiras:
- la mentira financiera (bolsa, fondos de inversión, paridades monetarias, etc.)
- la mentira del crecimiento continuo, teoría cuanto menos estúpida en un planeta limitado.
- la mentira del fomento de la insolidaridad humana, amparada en el “corralito occidental” que apenas contiene a 1/5 de la población mundial.
- la mentira de la inagotabilidad de los combustibles fósiles.
- la mentira de asociar consumo y bienestar. A más consumo, más bienestar, ignorando los demás factores.
Y otras más...
Pero los muros físicos y las barreras geográficas ya no se van a poder sostener por mucho tiempo, por lo que las falsas democracias occidentales, sostén del sistema y ejemplo de desarrollo y libertad, que ya no necesitaban ejércitos de represión interna, ni ningún otro control social para dominar al pueblo, habrán de modificar muchas cosas.
Todo es mundo quiere participar del “estado de bienestar”, aunque ignoran una parte del mismo. Ignoran que no educamos a nuestros hijos, ignoran que no tenemos amigos (he dicho amigos, no otra cosa), ignoran que no tenemos vida privada. Lo ignoran casi todo. Sí saben que jugando al fútbol se ganan varios millones de euros al año, y también en la lotería, y algo en los concursos de la tele, pero poco más.
A ese final van a contribuir sin duda otras causas como la rotura del saco financiero, por mor de la avaricia desmedida de algunos, el final de la era de los combustibles fósiles (no hay para todos y las alternativas están presumiblemente “secuestradas") y la ya mentada insostenibilidad del “corralito de bienestar occidental”.
De modo que no habrá más remedio que repartirnos lo que hay: trabajo, energía, bienestar y todo lo demás. Aunque costará tiempo, sangre, sudor y lágrimas.
Es todo un reto.
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