No quiero generalizar, pero personalmente tengo la impresión de que el periodismo en el momento actual, en unos lugares algo peor y en otros todavía peor, no es sino un instrumento en manos de grupos de poder económico, político y social, por ese orden.
De modo que la profesión de periodista resulta ser un obrero al servicio de los poderes dominantes en el medio, el cual carece en la mayoría de los casos (por no decir en todos) de opinión propia y mucho menos de objetividad en las informaciones que facilita.
Se marcan objetivos del estilo de “ni hablar de éste tema” o “hay que volcarse en favorecer tal o cual aspecto” sea del tipo que sea.
Hay un protocolo de filtros que depuran las informaciones y les dan el sentido que conviene a “quien paga” (aunque sea una miseria).
No hay por tanto periodismo de opinión, puesto que las secciones de opinión las cubren aquellos que han sido designados para ello, porque así conviene. Y en la información hablada (radio y TV), el busto parlante dice lo que le han puesto en el guión y le van dando para que lea mientras gesticula delante de el micrófono o la cámara, a veces en directo y otras con una pequeña diferencia temporal, “por si acaso”. No hay opinión del periodista. Sólo lo que se ha cocinado previamente.
Y a todo esto, a esta degradación de la profesión, hay que añadir el “método de expresión”. Pues tanto entrevistados, ajenos a la profesión, como periodistas, y es en éste caso último cuando la situación alcanza niveles de gravedad, es normal por desgracia encontrarnos con que se utilizan con profusión muletillas, impropias de personas públicas y mucho más, como decía, de profesionales.
He contado por decenas palabras como: bueno, no, la verdad (¡ah! ¿Que todo lo demás no era verdad?), impresionante, flipante, una pasada, hombre (¡qué raro! Muy pocas veces se dice “mujer”, y mira que hay…), en fin, yo, pues, igual, pero y otras muchas, cada uno tiene su estúpida muletilla preferida.
Todo menos construir oraciones y manifestar lo que queremos sin más.
Y, repito, si resulta molesto al oído venga de quien venga, cuando es de un profesional de la comunicación, entonces es grave.
Quizá si se empieza por ahí, se pueda conseguir superar barreras poco a poco y profesionalizar más la comunicación.
¡Ánimo, profesionales de la comunicación!
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