Dice que esta vez les ha llevado sandalias a los niños. Nosotros les llevamos lápices.
Dice que así, mientras les duren no irán descalzos. A mi me parece una buena idea.
Luego de escuchar todo lo que me cuenta me abandono a pensar sin rumbo fijo y me pregunto si ellos tendrán juanetes o pies planos. Porque aquí hay de eso y muchas más cosas. Las consultas de los podólogos están llenas de gente. Hay que pedir hora.
No se contestar a mis preguntas pero me viene a la cabeza otra historia que me contaron no hace mucho. En otro lugar habían conseguido hacer una conducción de agua para que las mujeres no tuvieran que acarrearla desde la poza al poblado y las mismas mujeres rompieron la conducción. Era durante ese trayecto cuando hablaban entre ellas con libertad. No tenían otro momento y no querían renunciar a su pequeña libertad.
Los "occidentales del primer mundo" nos empeñamos en contagiar a todo el planeta con nuestras costumbres, con nuestro empacho de bienestar. Bienestar que viene siempre acompañado de podólogos, de psicólogos, de psiquiatras y de un sin fin de necesidades que nos impiden pisar la tierra con los pies y hablar con libertad.
Desconozco si para eso hay terapia.
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