No me voy a
extender en detalles porque creo que no vale la pena, iré directamente al grano
o, como dice un buen amigo mío, a la descripción abreviada.
Digo en el
título que es un Elfo bueno. Sí, ya sé que todos los elfos son buenos, pero es
que este era muy muy bueno. De la bruja nada que añadir a lo que su nombre
indica.
Como el Elfo
era bueno, deshacerse de la bruja no fue lo primero que se planteó; por el
contrario utilizó otros caminos alternativos. Sin éxito, como se puede suponer,
por lo que tuvo que recurrir a lo peor. Quiero decir “a lo mejor”, supongo que
se da por supuesto.
Voy un poco
al detalle pues. Lo siguiente que hizo el Elfo fue morderse las uñas. Tanto
tanto que acabó por comerse hasta el codo (más no pudo).
Ya existen
en la historia o en la mitología otros casos similares; véase la Venus de Milo,
sin ir más lejos.
A
continuación optó por subirse por las paredes, como el tal David Cooperfield (o
como quiera que se llame), o el Harold Lloyd. Bueno, éste último se subió a un
reloj; el Elfo no tenía reloj ni de pulsera, de los que se llevan al final del
brazo, pues recordaremos que no tenía brazo porque se lo había comido. Total
que no se subió al reloj. Supongo que esto se entiende.
A
continuación hizo muchas más cosas, muchas más. Hasta que finalmente optó por
la solución definitiva, que no por deseada le fue fácil y placentera al bueno
del Elfo.
NO, el
placer vino después. Sí, por fin llegó.
Y así fue
como pudo gozar en toda su intensidad de la música del silencio, del canto de
los pájaros, del viento meciendo las hojas de los árboles o, en el peor de los
casos, del rugido de los motores de los vehículos que pasan bajo su ventana.
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