El tipo de experiencias como la que voy a relatar
precisan de preparación minuciosa, pues se trata de sorprender y de aprender al
mismo tiempo. De pasar desapercibidos pero de vivirlo intensamente y, sobre
todo, de luego contarlo. Es sólo cuando se cuenta cuando se revive y cuando se
disfruta de forma plena.
Ha sido este uno de esos casos. Una vivencia larga,
húmeda y salvaje con multitud de posiciones, unas veces de frente, otras de
espaldas e incluso de lado, hasta un total de más de seis horas ininterrumpidas
en un paraje único, en total libertad y teniendo como marco la naturaleza.
Envidia de los humanos.
Por mi parte puse todo mi esfuerzo en aportar mis
conocimientos al resto del grupo. Sí,
estas cosas es mejor hacerlas en grupo. Y yo,
en esta ocasión, había sido marcado por el destino para enseñar una
nueva forma de hacer lo que queríamos hacer y cumplí con creces.
El día anterior, sabedores de la importancia que tiene
para entregarse del modo que nos íbamos a entregar a estos placeres, nos
pusimos hasta el culo de marisco. El marisco, por si alguien lo ignora, da una
potencia espectacular y el plan que yo tenía iba a precisar de mucho más.
Dormimos poco, probablemente por la emoción, y eso que no era la primera vez
para muchos.
Al día siguiente buscamos minuciosamente el lugar, nos
pusimos un atuendo apropiado y nos preparamos a iniciar la aventura.
Carlos intentó robarme el protagonismo abusando de su
apellido y lo consiguió aunque sólo temporalmente. A partir de poco después, y
no sin esfuerzo, me empleé a fondo en instruir al resto de cómo hacerlo de
frente, de espaldas, de costado, aprovechando la fuerza de la naturaleza y las
turbulencias, e incluso una demostración parado que había aprendido en una
discoteca llamada "Belle Epoque" en los años 60, cuando aún se
bailaba como digo: parado; demostración que, por si alguien no lo sabe,
requiere de una destreza poco común, pero es que hay cosas que no se olvidan. Soy
el único instructor en el mundo capaz de ejecutarla.
Me costó mucho que aprendieran; unos son más duros que
otros, pero todos tienen su dosis. Y hube de tener paciencia hasta que el
primero ejecutó con éxito mis enseñanzas.
Poco a poco se fueron sumando y eso me animó también a mi,
pero hube de ejecutar hasta 12 episodios hasta conseguir que me siguieran todos,
fue ¡agotador!. No, miento, casi todos. Pepe demostró lo durito que es en el
aprendizaje, y pasadas las 8 y media de la tarde-noche hubimos de abandonar
todo el material sin conseguir que lo hiciera ni una sola vez. Como castigo lo
conduje por la tupida selva que nos alejaba del mundo hasta un lejano pueblo
mientras él mismo, consciente del castigo que merecía, se azotaba sin cesar con
una fusta de olivo (las ramas de olivo son un elemento bíblico y confío que eso
le sirva de escarmiento y que la próxima vez no se resista a mis enseñanzas).
Para que os déis una idea de mi frustración, tal era, que
en los últimos tramos del río, Julio, temeroso de que hiciera cualquier
barbaridad me abrazaba en las turbulencias para tranquilizarme y darme ánimos.
Él era también consciente de lo mal que lo estaba pasando ante la actitud poco
receptiva del elemento en cuestión. Lamentablemente son estos tipos los que
triunfan luego en la sociedad que nos domina, pero aquí, en la naturaleza y
cuando se trata de alcanzar el clímax en las profundidades del tajo, su éxito
se diluye como un azucarillo.
Aunque ya había tenido su castigo no gozando del placer
de intentar que al menos la cabeza llegara una vez al fondo, cosa que quien no
haya probado no sabe ni sabrá nunca, pues es una sensación húmeda en la que
temes en cualquier momento incluso perder el conocimiento (esto creo que es una
de las claves del éxito de Isabel Presley).
Se vio obligado a soportar un castigo final, y fue al
llegar al "sanedrín" del pueblo, que sentado tras una mesa de “tute
subastao”, lo observaron con los ojos fuera de las órbitas y moviendo la cabeza
en señal de afirmación; afirmación que ratificaba mi sufrimiento. Aquellos
hombres no habían visto nada igual, sus glándulas salivares dejaban fluir el
espeso líquido con profusión hasta que la gravedad lo precipitaba entre las
comisuras de sus labios, las mujeres se recogían la falda entre las piernas
mientras se secaban con el improvisado pañuelo con una mano, y con la otra se
tapaban la boca; un lugareño que acertó a pasar por allí en ese preciso
momento, se preguntó si estarían rodando un anuncio de alguna marca de ruedas
de coche, y de reojo miró la bandera roja y gualda que colgaba de un balcón,
como diciendo ¡a dónde vamos a llegar!.
Pero el espectáculo no había acabado, Tras la llegada de
todos los elementos de ambos sexos que habían sido nuestros colegas solidarios,
con caras y atuendos indeterminados, con indumentaria propia de gladiadores o
de personajes publicitarios de alguna marca de helados, comenzó el proceso de
despelote. Lo de “des” todavía, en cuanto a lo de “pelote” en aquel momento no
procedía… nada de nada. Después de más de 7 horas a remojo la apariencia es
similar a la que tienen las habichuelas blancas después de toda la noche en la
fuente con agua, cuando vas a echarlas a la olla; vamos que casi te da pena de
lo arrugaditas que están. Pero no habichuelones, nada de eso, habichuelas
corrientes y molientes de tamaño Mercadona. Yo hablo por lo que pude ver, pues
del resto no me pronuncio, aunque no creo que nada de ninguno ni de ninguna estuviera
para presumir. Así es que ese día nos tendremos que conformar con el clímax
húmedo que espero que las fotos de Rober y de Julio no desmientan. Seguro que
ha sido para muchos el más salvaje y el que más ha durado.
Y en cuanto al pueblo; pues el pueblo lo recordará
siempre. Incluso tengo mis dudas de que no lo pongan en rojo (quiero decir en
verde) en el almanaque e intenten repetirlo año tras año como reclamo turístico,
aunque sea con extras. ¿Tienen acaso motivos más relevantes otras festividades
como la semana santa, tirar la cabra desde el campanario o pasar descalzo sobre
el fuego? no. Y quien se atreva a decir lo contrario es porque no estuvo allí.
Después todo esto fueron las risas, la cena, el vino y
las rememoraciones (nada exageradas) acompañadas de una carne excelente; que ya
que de otra forma nos vinimos en ayunas...
Y es que cuando pasa, sólo no acordamos de lo bueno. Lo
ocurrido, nada de ello previsto, fue el principal motivo de las desternillantes
risas y de las carcajadas rompemandíbulas, muy buenas para una buena digestión.
Acabamos de madrugada porque había que acabar y porque al día siguiente
esperaba la guerra. Sí, la guerra.
El relato de la guerra va a ser más breve, entre otras
cosas porque tampoco duró demasiado. El atuendo, a diferencia del día anterior,
era lo más parecido a la guerra de las galaxias, que a algun@s les sentaba lo
más de erótico. Como suele ocurrir, unos empezaron con reticencias y otros
ilusionados, pero como es también habitual, al poco de comenzar la guerra se
cambiaron los papeles. Y es que para quien no se ha cargado nunca a nadie y no
sabe lo que se siente, una vez te llevas por delante al otro se convierte en
adicción, quieres más y más y más. Y acabas las 100 municiones y vuelves con la
mirada inyectada de sangre pidiendo un tanque. Son cosas del calor, si hubiera
hecho frio aún hubiera sido peor.
Tengo que proponer una modalidad de este juego pero con
un objetivo diferente, dándole un toque erótico, aunque para ello haya que
cambiar de arma…
Me lo estoy pensando; cuando lo madure os lo propongo.
Seguro que encontramos un(a) buen(a) proveedor(a) en el grupo.
Que sepáis que gracias a todos vosotros he pasado un
finde singular; también os adelanto que por fin no hay que amputarme la pierna;
del resto, está en estudio. Si se confirmara abandonaré el proyecto que he
enunciado en el párrafo anterior.
Un beso muy fuerte a las chicas, un abrazo a los chicos y
perdono a Carlos por adelantárseme y a Pepe por no estar más aplicado e ignorar
mis enseñanzas; espero que él haga lo
propio conmigo por mis licencias.
Gracias Toñi, no lo has visto pero te lo puedes imaginar
(que siempre es mejor), e ídem de lienzo a Fernando a Isa y a Jesús (por orden
alfabético).
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