Sentado en la penúltima fila. Una breve y ambigua
presentación, agradecimiento y la luz se apaga.
Durante unos minutos, una excavadora hace un hoyo cuadrado
con pulcritud; a continuación, en el hoyo se coloca una gran maqueta y el hoyo
se tapa bien tapadito. Aparece en pantalla el nombre del autor. Cambia la
pantalla.
Ante un muro, un espacio vacío y personas que pasan, quizá
mirando el muro o simplemente pasan. Ninguna de cara, todas de lado o de
espaldas. De nuevo el nombre del autor.
Imágenes superpuestas parcialmente veladas en las que se ven
(en ocasiones adivinan) edificios, una red o jaula y los perfiles de grandes
felinos. Aquí hay música. De nuevo el autor y se acabó.
Nubes grises, muchas nubes difusas pasan lentamente ante la
pantalla durante minutos; al final una chimenea industrial, lo que hace dudar
de si eran nubes o simplemente humo. Acaba con el nombre de su valeroso autor.
Van pasando imágenes de paisajes diferentes, urbanos, de
montañas y de naturaleza en general. Las imágenes son veladas, grisáceas y poco
nítidas, pero con cierta gracia se encuentran animadas al aparecer coloreados de colores vivos y no puros algunos de los
objetos que se muestran. Unas imágenes que, hay que decirlo, animan. A pesar
delo animado de esta proyección, no se contienen las huidas en la oscuridad que
ya son masivas. La mayoría de los que quedamos, manipulan sus aparatos
electrónicos cuyas pantallas iluminadas forman un curioso tablero fácilmente
disfrutable desde mi posición. Cuando acaba ésta proyección, el autor da su
nombre en blanco sobre negro.
El siguiente se llama “videodiccionario”. Se reduce a media
docena de palabras muy actuales, aunque sólo sea por el deseo de oírlas, como
por ejemplo: igualdad o dimisión. Bueno, algo de crítica entendible contiene y
al final se repite lo ya dicho para los demás.
Se aproxima el final y la proyección se centra en la
desigualdad con que la sociedad trata los sexos; femenino y masculino, quiero
decir. Lo más original de esta parte es que las frases que dicen cada una de
las mujeres que participan, a menudo las leen como pueden o saben.
Y llega el final, que nos ofrece una rápida visión de los manicomios
en el siglo pasado; más concretamente los de Valencia, dependientes de la
Diputación. Incluye algunas frases de uno de los internos que, según él, no
estaba loco, sino que simplemente había tenido un altercado de joven con otra
persona. Los horrores si breves más horrores. A mí me ha parecido eterno. Al
final se dan las gracias a la Diputación de Valencia por las imágenes.
Agotados los 75 minutos del programa, se enciende la luz y,
los que quedamos salimos con orden. En la calle chispea ligeramente. Tomo el
autobús y me voy empapado del arte visual que nos han regalado los diferentes
artistas.
ENE-2015
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