Es normal, por lo menos en mi caso, que en ocasiones me
quede absorto, mirando al infinito, al vacío o quién sabe dónde…
En esos momentos yo no soy dueño totalmente de mis
pensamientos, aparecen de forma espontánea y van evolucionando de un modo que
yo no controlo, hasta que algo me hace volver en mí.
Ayer estaba sentado sobre unas piedras, a mitad de una
ruta de montaña, mientras tomaba unos frutos secos y los remojaba con agua de
una fuente próxima, cuando en el silencio de aquel maravilloso lugar, oí un
gruñido lejano. Dirigí la mirada hacia donde me parecía que venía aquel rumor,
y pude distinguir a lo lejos una pequeña piara. Los cerdos trotaban unos
frotándose con los otros hocicando en las hierbas.
Me vino a la cabeza una envidia. Desde que me enteré que
a los cerdos les dura el orgasmo media hora, no puedo por más que envidiarlos.
Y, si no fuera por el modo predestinado de morir que tienen, aunque sea por
inyección letal en ocasiones, confieso que me hubiera gustado haber sido cerdo.
Bueno, algo cerdos somos muchos humanos, pero yo me refiero a cerdo de verdad.
Estaba en ello cuando, guiado por los caprichos de los
circuitos neuronales, apareció en mi la particularidad sexual de otros
animalitos; en éste caso de los caracoles.
Resulta que los caracoles, además de ser hermafroditas,
los dos sexos, al aparearse con otro caracol realizan el acto de forma doble;
es decir, que son machos y hembras a la vez. Pero eso, con ser también digno de
envidia, no lo es todo. Resulta que juntan sus cuerpos para copular, durándoles
la copulación nada menos que entre 10 y 12 horas. ¡Toma cerdo! Para que te
enteres.
Así las cosas, y a falta de conocer cómo se lo montan
otros seres vivos, en ese momento dejé de envidiar a los cerdos de golpe, para
pasar a envidiar a los caracoles.
Antes de volver en mí, aún tuve tiempo de darle alguna
vuelta más al tema, recreándome en la muerte de los segundos, que generalmente
lo hacen en una sauna húmeda que acaba dejándolos “secos”, o más bien húmedos,
para acabar fritos con tomate o enchilados, que es como los toman en el Caribe.
Ahora tengo una duda, no sé si lo que debo de hacer es no
volver a la montaña o mandar analizar lo que queda en mi cantimplora del agua
que cogí de aquella fuente.
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