Pero todos sabemos a qué me refiero cuando digo "Gurú", que por cierto, proliferan últimamente. Los hay por doquier.
Y todos, unas veces con fórmulas milagrosas y otras con de esas que fastidian al vecino y dejan indemne al predicador. Vamos, en este caso, al mentado Gurú y a sus adláteres.
Me doy cuenta reflexionando sobre su genial alquimia de que hay dos temas que ninguno, absolutamente ninguno, aborda ni siquiera tímidamente (¡qué olvidadizos!).
Uno la necesidad apremiante de atajar el bochornoso fraude fiscal de una vez por todas, doble de la media de la UE.
Y el segundo la imperiosa necesidad de adelgazar las administraciones públicas, cuya obesidad mórbida (por seguir con el mismo símil) supera ya el 20% de la población activa, sin que a pesar de ello, tenga un grado de eficacia aceptable, y en cuanto a la eficiencia ni mentarla, claro.
No somos conscientes de la maraña de administraciones y organismos públicos en que estamos inmersos, situación a la que se ha llegado por la absurda actitud de no querer contrariar a nadie. Administración local, provincial, autonómica, nacional, europea y no sé cuantos organismos autónomos más.
Y si se quiere una guinda para el pastel, no vendría mal ponerla con la racionalización de los sueldos, dietas y pluses de los innumerables políticos, sus asesores y los correspondientes "ex", que no son moco de pavo. Sueldos que ellos mismos se fijan. ¡Qué cara...!
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