Y como quiera que coincido, cosa poco habitual en mí, pues me paro a pensar y concluyo que, además de las banderas, tampoco me gustan los escudos, ni los himnos, ni, en general, ningún símbolo.
Vamos, todo eso que se utiliza para "conformar", para "manipular" y para "enfrentar" a las personas con otras personas.
Pero, no contento con el resultado, que se me quedaba incompleto, me hago una pregunta: ¿por qué?
Y como segunda respuesta (la primera ya está expresada) me digo a mi mismo que porque representan "cosas del pasado" que buscan activar instintos del ser humano que lo alejan del raciocinio. Vamos, que lo hacen menos humano.
Pero sobre todo me paro en el significado de una palabra que parece inocua pero que sobresale entre las demás. Y esa palabra es "pasado".
Sí, "pasado", porque siempre o casi siempre el pasado está presente, y nunca o casi nunca aporta nada al futuro.
Nuestros padres nos enseñan a partir del pasado, en las escuelas y en las universidades nos enseñan el pasado, la sociedad se aferra al pasado, y todo en general, salvo en muy contadas ocasiones está referido a ese omnipresente pasado, casi como una maldición.
Viajamos con la mirada puesta en el retrovisor, mientras destruimos el futuro convirtiéndolo en presente, a ciegas. Un futuro del que sólo si nos hablan es para prevenirnos de él. Y es lo único que es realmente nuestro, es eso que estamos diseñando cada minuto que pasa.
Pero ante el que no estamos receptivos, sobre el que no volcamos nuestra creatividad ni descargamos nuestras capacidades, casi infinitas. Un futuro que casi siempre es desperdiciado en aras del pasado. Corremos hacia él con la cabeza vuelta hacia atrás. Ni nos preparan para que lo gestionemos ni nosotros nos preparamos para hacerlo.
¿Será por eso que no me gustan los símbolos? y ¿será por eso que cada día busco algo nuevo en la vida?.
Aunque, de momento, poco o nada encontré. ¡Quizá mañana!.
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