A un pueblo de la montaña llegó un día un buen hombre y dijo en el bar de la plaza: “quiero comprar un par de burros”.
La mayoría de la gente del pueblo tenía burro, pero sin él apenas podían manejarse con las labores de la tierra, o realizar el transporte de lo necesario para vivir (leña, comida, herramientas).
Pero el hombre insistió y ofreció por cada burro 500 reales, cuando lo máximo en que ellos valoraban el animal era en unos 300. Así es que dos de los que había en el bar le vendieron sus burros.
A los pocos días volvió el comprador al bar y dijo que tenía necesidad de dos o tres burros más; pero al ver que nadie se animaba ofreció 700 reales por cada burro, con lo que consiguió llevarse hasta cuatro burros más.
No había pasado una semana cuando el hombre apareció de nuevo, ahora acompañado por dos personas más, interesados en más burros para él y para sus acompañantes. Los del pueblo, ya muy interesados, se agolparon alrededor, y los visitantes llegaron a ofrecer 850 reales por burro (casi tres veces lo que valían un mes atrás); aún así, sólo consiguieron llevarse 5 burros, pero prometieron volver en diez días y comprar todos los burros que tuvieran, pagando hasta 1.000 reales por burro.
Los del pueblo se pusieron manos a la obra y compraron burros en los pueblos de por alrededor, pagando más de lo que valían; incluso les llegaron a vender los mismos burros que ellos habían vendido antes. Para ello hubieron de pedir dinero prestado, pero no importaba, el negocio parecía estar asegurado. Era dinero fresco sin apenas otro esfuerzo que comprar y vender. Y la burbuja estaba también a punto de explotar.
Esperaron una semana, diez días, incluso meses, pero allí nadie fue a comprar más burros.
La burbuja había explotado. Los el pueblo se quedaron con un montón de burros que no necesitaban y unas deudas que a duras penas pagarían trabajando durante toda su vida.
Y ahora, donde dice burros pongamos casas o acciones de cualquier empresa, por poner dos ejemplos fáciles,
Alguien se enriqueció con los burros; y cuando digo burros me refiero a los animales que se compraron y vendieron, no a los del pueblo, claro.
Ya lo decía Miguel Gila: “alguien ha matado a alguien, alguien es un asesino”, y lo dijo tantas veces, que al final el asesino se entregó.
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