Yo
tengo un espíritu de ayuda al prójimo muy alto, tanto que creo que no soy
comprendido por el mundo. Y lo explicaré con un pequeño ejemplo, pequeña
muestra de lo que me ocurre a diario.
Estaba
hoy esperando a que un semáforo se pusiera verde para cruzar, y no habíamos en
esa situación nada más que dos personas: una chica y yo. La he mirado de reojo
y enseguida me he dado cuenta de que podía ayudarla. La chica, bien parecida,
joven y con un cuerpo agradable, albergaba una pequeña deficiencia
solucionable, y allí estaba yo, que no me corto un pelo, que no tengo pelos en
la lengua, cosa que creo que se le llama asertividad, para resolver la
situación.
De
modo que con una leve sonrisa, le he espetado: deberías de usar tacones, porque
tienes el culo más bajo que la matrícula de un biscuter, y así te arreglaría
bastante la imagen. La chica se ve que no lo ha entendido, porque me ha mirado
de un modo huraño, me ha dicho imbécil y ha cruzado sin esperar a que el
semáforo se pusiera verde, con cierto riesgo.
Yo
me he quedado pensando qué le podía haber molestado, si el que yo dijera la
palabra culo en vez de trasero, pompi o cosas parecidas, que es como se le
llama en escritos, novelas y otros círculos, si es porque al ser muy joven no
sabía lo que quería decir biscuter, o por qué narices. Pero yo he hecho mi
buena obra y estoy seguro de que la chica lo tendrá en cuenta.
Mientras
escribo esto, que lo hago un tiempo después de que acaeciera el caso que
cuento, por el que no he sido ni agradecido ni recompensado como he dicho,
están las ratas ladradoras de mi vecino entonando sus típicos aullidos. Sí, mi
vecino necesita que le estén aullando en tono agudo el mayor tiempo posible, si
no, no se entiende que esté rodeado de los dichosos bichos, además de de loros
o cosas parecidas. Que yo soy amigo de los animales y entendería que, si es un
acojonado, que lo es, y sus motivos tendrá, tuviera un bullterrier, un dóverman
o un tanque del ejército, que los hay baratos de segunda mano, pero esos
renacuajos, pues la verdad es que no.
He
estado tentado presentarle a una amiga que hace lo mismo que sus ratas
ladradoras, pero que incluso a veces llegan a tener sentido los sonidos que
emite. No lo he hecho ya porque temo que no me entienda, como la chica del
semáforo y como otras muchas personas a las que he intentado ayudar.
Vivo
en un mundo que no me entiende. Somos dos, el mundo y yo.
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