No
se cómo comenzar, anoche me vinieron de pronto tantos mensajes juntos, lo vi
todo tan claro, que pensé que hoy podría reconstruirlo, pero sin duda me va a
costar.
No
había otra opción, estaba extenuado, fue un impacto tan relevante, que aún a
pesar de que clarificó toda mi vida pasada, presente y por supuesto futura, no
fui capaz de comenzar el relato anoche.
No
me lamento, creo que nada hubiera mejorado.
En
fin, intentaré reconstruirlo todo, que va a ser como construir de nuevo mi
vida, con otros parámetros, quizá a retazos, posiblemente dando saltos de atrás
hacia delante y viceversa, ya veremos.
Era
tarde, estaba recostado haciendo tiempo para ir a la cama, cuando en una
televisión que había encendida en un rincón del salón, mientras cambiaban una y
otra vez de canal, apareció un programa relacionado con cosas no habituales; me
explicaré, no tenía nada que ver con la economía ni con la política, ni con el
fútbol ni tampoco con esos personas que hablan gritando, con frases que no se
entienden, y que por eso incluso les pagan.
No,
nada de eso, era algo que contaba que hay otros mundos, que vienen a
visitarnos, que eso siempre pasa en el norte del continente americano (bueno,
como todo, eso no me extrañó), y que la inteligencia de allí, cosa que dudo que
exista, menos allí precisamente, salvo para saquear al resto del planeta, es
quien tiene todo eso bajo secreto.
Hasta
ahí todo normal, pero cuando apareció el año del acontecimiento del que estaban
hablando, cuando se dieron más detalles, que probablemente porque no
consideraban secretos no los ocultaron, entonces fue cuando desperté de mi
ensoñación (bueno, eso creo) y comencé a atar cabos.
El
año, el mes y las circunstancias, que todo coincide, me pusieron alerta. Sí,
absolutamente todo coincide...
He
tenido que hacer una pausa, he respirado hondo con respiración abdominal y voy
a intentar continuar.
Mil
novecientos cuarenta y siete. Agosto de 1947, y las naves colisionaron en el
desierto de Nuevo México. Pero allí no se pudo encontrar casi nada, sólo unos
restos de materiales desconocidos en la tierra y un supuesto tripulante sin
vida, muy pequeño y con la cabeza grande y pelada. Del resto nada de nada.
Es
secreto, pero no hay dudas de que a los demás los situaron donde en ese momento
les fue posible; ¿adónde iban a ir sin nave?, pues a Europa que es donde envían
todo lo que no saben qué hacer con ello. Me recorrió un escalofrío por todo el
cuerpo y sentí una gran emoción. Conforme daban más detalles se confirmaban más
mis sospechas.
Vinieron
a mi memoria cosas que me habían contado varias veces pero como “sin querer”,
de esas cosas que se escapan dejándose llevar por el hilo de la memoria. Me
acordé que me decían que, casi recién nacido, don Amalio el boticario, me dio
un brebaje y se me hinchó la cabeza, lo que no dio al traste con mi vida porque
todavía no se me había cerrado la fontanela. Sí, sí, don Amalio y la fontanela…
Que
hasta los 7 años no podía salir a la calle porque enseguida me constipaba, que
apenas podía comer nada porque todo me sentaba mal, que mi piel era de un
blanco transparente.
Todo
coincide.
En
un momento de acceso a recuerdos lejanos me vino a la cabeza (ya casi de tamaño
normal) que en aquellos tiempos, a pocos años transcurridos, nadie entendía
nada de lo que yo decía (bueno, como ahora), y que les hacían gracia mis
intervenciones. Cuando yo me expresaba del modo que me expresaba, decían: así
hace la cabrita, y así hace el pollito. Se reían, decían “qué gracioso” y me
hacían más preguntas. A duras penas quiero recordar que ya me parecían “raras” aquellas
personas (luego aprendí su lengua, ¡qué remedio!).
No
me extraña, yo tampoco entendía nada de lo que me decían (como ahora).
Hay
más, mucho más, pero no puedo decirlo todo, porque hay mucho clasificado.
Se
entiende, ¿verdad?. Apenas he hilado unas frases y yo mismo ya estoy abrumado
por tanta coincidencia:
Agosto
de 1947, pequeño con la cabeza gorda y sin pelo; no entender nada y tampoco me
entienden… por fin encuentro mis orígenes.
Mi
padre ya no está para decírselo, quizá de saberlo nos hubiéramos llevado mejor.
No creo que le hubiera sentado mal, al fin y al cabo él, sin querer o queriendo
me enseñó casi todo lo que sé de este lugar.
A
mi madre se lo diré, porque estoy seguro que se va a reír y reír y reír. Igual
me dice, ¡vaya! Pues has tardado en darte cuenta, y nos reiremos los dos.
Al
resto ni palabra.
Me
da el corazón de que puede haber por ahí quien lo sepa y no me ha dicho nada.
Pero
todo esto ha cambiado ya mi vida, ahora sé quien soy, de dónde vengo (bueno,
eso no tanto) y adonde voy.
Sé
que lo de mi físico es que es así, que es normal en el lugar de donde vengo. Sé
que posiblemente sea inmortal, aunque puede que en algún momento haga algún
largo viaje si consigo enrolarme con algún colega.
Pero
sobre todo sé que no tengo porqué preocuparme si no entiendo la sociedad en la
que vivo, lo que yo considero sus incongruencias, lo que dicen sus líderes de
opinión; que a estos los tengo que considerar como “payasos”.
Sé
que ahora ya no me tiene que contrariar para nada lo que digan los “payasos”,
sólo reír y reír y reír, sin más.
Basta
con que yo lo haga todo RESPONSABLEMENTE, como se hace en el lugar del que
vengo.
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