No recuerdo
cuando, sí que hace mucho tiempo, comencé a ser sensible a los acentos. Por
eso, cuando leo una palabra que lo precisa y no lo lleva, me dan ganas de
ponérselo. Alguna vez lo he hecho, en pequeños carteles que están a mi alcance
o cosas así. Sé que no debiera pero me he dejado llevar.
Ayer,
pasando por el casco antiguo, ¿o es viejo?, quizá las dos cosas, leí un rótulo
grande sobre una puerta no muy cuidada, que rezaba "Funeraria VIVO".
No sé si me llamó más la atención la falta de coherencia de las dos palabras o
que a la segunda le faltaba el acento.
Bueno, VIVO
es una marca, un nombre o más exactamente un apellido y se puede escribir sin
reglas ortográficas, pero sé bien que es el apellido del dueño y que ese
apellido está acentuado.
Así se
llamaba (y supongo que se llama, no creo que haya muerto) el jefe de
contabilidad de mi primer trabajo serio: Vivó. Un hombre de una gran humanidad,
que iba de aquí para allá repartiendo bondad y que se deslizaba más que se
movía, tal como lo hace un pez en el agua. Alto y entrado en carnes, su
expresión segura oscilaba entre la placidez y el humor.
Todos en el
banco, y éramos más de un centenar en servicios centrales, conocíamos su vida y
sus anécdotas, cual de todas más sorprendente y original. Recuerdo ahora una,
contada por él mientras almorzábamos, en la que le ocurrió algo más o menos
como sigue.
Volvía de la
playa en su 2CV, con su mujer y sus siete hijos (sí he escrito siete porque
eran siete, no ha sido un error), el mayor apenas en la adolescencia y el
pequeño, recién nacido, en brazos de su madre, y le paró la pareja de la
guardia civil. Tras pedirle la documentación, contaron los ocupantes y le
espetaron "No pueden Vds. viajar así, el coche es de cinco plazas".
Vivó miró fijamente a los agentes con la parsimonia que le caracterizaba y
enseguida reaccionó con la misma lógica que utilizaba para cuadrar las cuentas
en el trabajo. Bajó del coche e hizo bajar a los cuatro mayores, les mandó
ponerse en el arcén y les dijo "Esperad aquí, estos señores cuidarán de
vosotros; yo voy a llevar a casa a mamá y a los hermanos y volveré en cuanto
pueda". Luego, se dirigió a los guardias civiles para pedirles que
cuidaran de ellos y les prometió que volvería enseguida.
Los agentes
se miraron entre sí haciendo esfuerzos para dominar su fracaso, su turbación y
su miedo. Vivó acababa de ganarles la partida imponiendo su estilo propio.
El cabo
tardó en reaccionar, pero al final, casi tartamudeando, le dijo "Es que...
mire Vd. nosotros..." Vivó insistió "Yo no quiero infringir normas ni
ir contra la ley, pero es mi familia ¿comprenden?".
Los guardias
civiles, que habían cambiado de color, probablemente influidos por los reflejos
del uniforme y el calor del día, ya que oscilaban entre el verde y el
bermellón, se mostraron ya un poco más enérgicos "nada, nada, nada señor
Vivó, puede Vd. continuar con toda su familia, le comprendemos y hacemos ésta
excepción con mucho gusto. Vaya con cuidado y que tengan un buen viaje".
Vivó siguió
llevando a su familia en el 2CV hasta que pudo disponer de un coche más grande.
Poco después
adoptó cuatro niños más. Sí, once en total, y un buen día, tras las vacaciones,
le vimos llegar con una imagen diferente, se había dejado barba. Fue a hablar
con Alfredo, el subdirector de personal y le pidió la baja.
Vivó marchó
a África como misionero y llevó con él a toda su familia. Quería ayudar a ese
gran continente, de donde eran oriundos sus cuatro hijos adoptados. Y seguro
que andará por allí, contagiando a todos de su forma de entender la vida.
Sí, Vivó,
con acento ene la o.
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