Me preguntó al acabar si había comido bien.
Le dije que al arroz le faltaba sabor y mudó el gesto
como buscando una excusa o una justificación. Al verlo así, traté de ayudarle y
añadí: “a mí también me pasa…”, hice un silencio y continué “por eso no me he
atrevido a poner un restaurant”.
Como ya había pagado, sonreí, incliné la cabeza
ligeramente en señal de saludo y me marché.
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