Yo, desde que me recuerdo, he utilizado siempre la mano
derecha. Y es que ni me había planteado otra cosa. Todo iba bien; bueno,
lógicamente unas veces mejor que otras, pero lo consideraba normal. Siempre no
puedes pedir perfección, y bien está lo que bien acaba.
Pasó el tiempo, los años y las situaciones, sin que
experimentara otra opción, como ya he dicho, pero va un día un amigo y me
sugiere que por qué no pruebo con la mano izquierda; que sí, que vale la pena,
que al principio me costará más, pero que luego me daré cuenta de que es mejor.
Lo hice, sí, le hice caso y un día probé. Al principio con
un poco de nerviosismo pero luego se confirmó el pronóstico de mi amigo,
tardaba más pero salía mejor. Y, como decía Machado: “el hacer las cosas bien
importa más que el hacerlas”.
He descubierto pues que soy ambidiestro. Pero la cosa no se
queda ahí, hace unos meses cayó en mis manos un libro de Biodescodificación,
que entre otras cosas, dice que los pies son la parte masculina y las manos la
femenina, y que la parte derecha es la masculina y la izquierda la femenina. De
modo que “la mano izquierda” es femenina por partida doble, lo cual podría
explicar mi experiencia.
Desde ahora, yo, siempre con la izquierda, que hay que
cultivar lo femenino, que no es el futuro sino el presente y muy presente.
Al hilo de esto, no hace mucho, fui a que me hicieran un
trabajo especial y, casualmente, la chica era zurda. Eso me puso un poco en
guardia pero en plan positivo.
Nada más examinar el asunto dijo con una sonrisa: “esto es
muy pequeño, no sé si podré hacer bien lo que me pide”, y comenzó la faena
despacio, con destreza y profesionalidad. Se tomó su tiempo. Yo me evadí
totalmente, toda mi atención la deposité en ella, en sus manos y en todo su
cuerpo, porque se entregaba y parecía que lo hacía con todo su ser.
Al final dejó escapar un gemido, me miró con cara de
triunfo, con la satisfacción del deber cumplido y me dedicó una sonrisa. Yo
tengo que decir que quedé complacido, pagué y me marché tras darle las gracias.
Otra prueba de la bondad y calidad de la mano izquierda,
porque desde entonces la navaja de injertar que me afiló, corta como nunca lo
había hecho. Siempre que necesite afilar algo iré a que me lo haga la chica “la
zurda”, y yo personalmente, también seguiré con mi nuevo hábito de utilizar la
izquierda. Y es que la izquierda es un placer.
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