Busco aquí y allá y nada…
El diccionario se olvida una vez más de las palabras que envuelven mi vida.
Esas con las que aprendí a hablar y todavía suenan en mis oídos.
Cuando estábamos en el campo y acabábamos de comernos unas naranjas o unos higos, las cáscaras o las pieles se arboleaban.
Cuando cogíamos algo del suelo con lo que podíamos hacernos daño o ensuciarnos, nos gritaban: ¡arbolea eso!
Cuando acabábamos de almorzar o merendar en el margen de un bancal, los restos de la comida, fueran los que fueran, se arboleaban.
Pero lamentablemente, la acción del verbo arbolear, 50 años después, no es una anécdota (un mal hábito) del pasado. Hoy mismo me he recorrido en bicicleta más de 40 km, y en las orillas de carreteras y caminos he podido ver grandes cantidades de botes de refresco, botellas, bolsas de plástico, paquetes de tabaco y un largo etcétera de objetos que, presumiblemente, han sido “arboleados”, aunque ya a penas queden árboles a los que arrojárselos.
Periódicamente he visto como los recogen en grandes bolsas amarillas, que quedan algunos días junto a las carreteras.
Así es que como arbolear es algo muy nuestro (aunque no exclusivo), reclamo el verbo para nuestro diccionario ¿o acaso alguien se avergüenza de una realidad tan palpable?
Hace pocas semanas, llegando a Burdeos, un camionero arboleó delante de mis narices una botella de agua vacía. Sorprendido, le pité, y él me devolvió el pitido como saludo de buen paisano. ¡Qué vergüenza!
Propuesta: [arbolear: vr. 1ª conjugación. Tirar algo lejos (a los árboles o si no hay, da igual). También se usa para tirar en la playa, en el mar, etc. Siempre lejos de uno, a ese lugar infinito que no es de nadie. Cuanto más arboleémos, más rápido ocurrirá todo y las agonías, cortas.]
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