Cuando hace años visité por primera vez el Reino Unido, me sorprendió ver como sus habitantes, cuando pagaban algo en efectivo, contaban minuciosamente los peniques, del mismo modo que al recoger las vueltas.
Aquí, ya por entonces, aún lejos del Euro, redondeábamos y despreciábamos los céntimos, y, poco después, las pesetas.
En poco tiempo, nuestra moneda pasó a ser “el duro”.
Años más tarde, pero no muchos, llegó el Euro “de metal” (craso error éste), lo que nos trasladó a un escenario de “otro duro”, pero ahora de más de 166 pesetas, sin que tuviéramos tiempo de asumir tan relevante cambio.
Pero es que, a menos de 10 años de la nueva moneda, cuando en el Reino Unido, por seguir con la misma referencia comparativa, se convive con precios de 3,28 £, 17,62 £ ó 122,45 £, aquí nos vamos directamente a 5 €, 25 € ó 150 € (terminación en 0 ó 5 y sin céntimos). ¡AH! Y si puede ser sin IVA, mejor.
Reflexionen los dioses del redondeo en éste país de ricos, en el que la moneda base es pura calderilla.
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