jueves, 13 de agosto de 2009

La Publicidad Refleja la Realidad

Siempre he pensado que los publicistas son un colectivo de los que mejor conoce la realidad social y económica de un país, y más concretamente del colectivo al cual se dirigen con sus trabajos.
Así es que observo con atención la publicidad e intento inferir dónde me encuentro.
No ignoro que según qué se publicita (su público objetivo), ésta tiene un perfil determinado: imágenes, música, palabras, etc. Pero aún así, o mejor, gracias a eso, todavía puedo hacerme una idea más exacta de lo que ocurre a mi alrededor.
Hace ya varios días que estoy oyendo por la radio un anuncio publicitario de una agencia de viajes, concretamente de El Corte Inglés, nada sospechoso de cometer errores en su publicidad, que me ha hecho reflexionar sobre si habrían cometido un error en el “spot” (así se llama en inglés y ya se sabe…) tendría que plantearme que estoy en un error, junto con algunos más en nuestro país.
El citado anuncio, que ahora desmenuzaré, iba precedido meses antes de otra cuña en la que un empresario español (dueño y jefe de una pequeña empresa, pues así querían que lo pareciera) llamaba por teléfono a su empleado (pues también querían que pareciera que no había nadie más) para recriminarle por estar durmiendo en el trabajo. Decía el supuesto empresario que se oían los ronquidos desde el otro piso del edificio. Luego hacían referencia a las vacaciones. Y ahí quedó el anuncio, que a decir verdad, me dejó ligeramente descolocado.
Luego vino el segundo, y aquí fue cuando ya mi reflexión subió de tono. Me explico por qué. Un joven, que por su forma de expresarse (su acento, su tono de voz y su método de expresión) habría que situarlo como de origen sudamericano, le pide más vacaciones a su jefe, que da la impresión de ser una persona muy mayor, con la voz cascada y que, al hablar, casi se le sale la dentadura postiza (vamos, de 1950, más o menos), argumentando el joven que, aunque ya hizo vacaciones, la agencia de viajes le garantiza el mejor precio; por lo que todavía le queda dinero. Y entonces, el empresario responde “¿y le garantiza también que todavía le quedan vacaciones?” Y ahí acaba el spot. Spot que, por cierto, se ha repetido profusamente durante varias semanas, lo que hace suponer que cumplió el objetivo marcado; de lo contrario se hubiera eliminado, que la publicidad es cara y se le hace seguimiento.
Y precisamente ahí es donde comienzo yo a darle vueltas a la cabeza. Pues no cabe dura al parecer de que los publicistas han elegido un perfil de empresario español que yo creía ya superado, pero que quizás estaba equivocado.
Repito, señor mayor, con la voz cascada, que no utiliza ningún producto para sujetarse la dentadura (lo que no dice nada a favor de su modernidad; ¿no debería de llevar implantes…?), y cuyos argumentos para negar las vacaciones son tan de “Pero Grullo” como, por supuesto, la estructura íntegra del spot; y del anterior, con el que coincide en el diseño, en los actores y en la presentación.
¿Quienes están en lo cierto entonces? ¿Los publicistas o lo que yo, ignorante de mi, creía? No tengo dudas.
Así es que olvidémonos de que nuestro país (un país pobre, con muy pocos recursos naturales y menos aún tecnológicos) ocupe un lugar mejor que el que ostenta en al actualidad, gracias sobre todo a la UE; mucho me en nos de llegar a un acuerdo social, de mejorar la productividad (*) o de conseguir un clima sociolaboral de nivel europeo; o sea, de economía de mercado con importante componente liberal y un leve toque social.
Con una salvedad: que nos tomemos en serio que somos una pequeña parte de un planeta en riesgo, que tenemos que abandonar la conducta del pelotazo absurdo y que, aunque presumimos de ser seres humanos educados y solidarios, aún nos queda un largo trecho para llegar a serlo.
(*) El déficit de la productividad en nuestro país tiene varios componentes:
1.- Formación. La empresa dedica muy pocos recursos, sólo le interesa la formación si hay subvenciones y no facilita tiempo para que se lleve a cabo, ha de ser a costa del tiempo libre del trabajador.
2.- Medios adecuados para los procesos de producción. Pondré un ejemplo muy simple pero extrapolable a recursos y herramientas informáticas y de todo tipo: no cuesta lo mismo trasladar un camión de ladrillos mediante una pluma que a mano.
3.- La economía sumergida. Otro ejemplo: si un taller de carpintería con tres empleados hace 20 puertas a la semana y sólo factura 10, porque las otras 10 las vende sin factura (en negro o en “B” como les gusta decir), la productividad se reduce a la mitad, además del fraude fiscal. Y eso es totalmente normal, y quien diga que no, que me diga en qué país vive, porque en el mío no.
4.- Falta de coordinación (por decirlo de modo prudente) entre las enseñanzas (profesional y universitaria) y la empresa.
Hay más, pero ¿NOS PARECE POCO?

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