sábado, 31 de agosto de 2013

LA REBELIÓN DE ATLAS (Ayn Rand)

Primero lo negativo:
* No hacían falta más de 1.200 páginas de letra de mierda para dar el excelente mensaje que nos brindan Ayn.
* La traducción es demencial, hasta el punto que casi se inventan palabras.
* El barroquismo de sus descripciones hay veces que te saca fuera del libro. Es a mi entender excesivo.
* Al final, dan ganas de ayudarle, parece que no sabe acabar; incluso tiene que recurrir a contradicciones (uso de las armas, por ejemplo) para escaparse por un resquicio menos que creíble.
Ahora lo positivo:
* El discurso final de Galt es un ensayo sobre moral. Podría ser un texto en sí mismo trabajándolo un poco más.
* Pone a parir al socialismo y al capitalismo intervencionista. Hasta ahí bien, lo que ocurre es que aboga por una sociedad en la que los seres humanos que la formen sean investigadores, trabajadores, justos, ordenados y, lo que es más difícil de una moralidad intachable. Nada de corrupción. No sé si existe ese "homo", quizá en el Atlas, y no me refiero a la cordillera marroquí.
Y ahora "mi aportación":
* Cómo envidio a la tal Agni, la tía se tira a los tres tíos más guapos, más inteligentes y más de puta madre de la novela (¡OJO! yo me hubiera montado el argumento cambiando el sexo de los contendientes, no confundamos). Lo jodido es que curra de lo lindo y duerme poco y no hace deporte, no sé cómo puede mantenerse tan fuerte; ni ella ni tampoco los maromos.
* ¡AH! y como se nota que a la tal Ayn le encantan los rizos dorados... en suma, que no tengo nada que hacer por el momento.
* Leedla, vale la pena. Yo añadiré cuando haga un hueco las frases que más me han gustado al pie de esta "nota".

* Invito a que reflexionéis y os unáis a la revolución de Atlas. Yo ya lo he hecho.

MENSAJES POR PALABRAS:
- La clase más depravada del ser humano es aquel que no tiene propósitos.
- Lo más importante en la vida es hacer bien aquello que hagas.
- Un profesor, lamentablemente a menudo, no más que alguien que pasa la vida transformando niños indefensos en cobardes infelices.
- Cuando se manejan palabras también se pone en movimiento la mente.
- Son las víctimas quienes hacen posible la injusticia.
- La persona que nunca será redimida es la que carece de pasión.
- No esperes nunca cosas por las que no se "paga".
- El único mandamiento moral es el deber de pensar.
- Por eso, la frase "mandamiento moral" es una contradicción.
- Para vivir, el hombre debe de considerar tres valores supremos: razón, propósito y autoestima.
- Fuerza y mente son opuestos, la moral termina donde empieza un revolver.
- No sacrifiques:
   - la justicia por la misericordia
   - la independencia por la unidad
   - la razón por la fe
   - la riqueza por la necesidad
   - la autoestima por la negación de ti mismo
   - la felicidad por el deber

KLEENEX

Hoy quiero celebrar algo, si ya se ha celebrado o se está celebrando, pues me uno a ello.
Hace ya años que hago montaña, nada digno de mención especial, pero montaña al fin y al cabo. Me gusta la naturaleza, sus sonidos que son el silencio del espíritu, sus olores que son los olores de las noches estrelladas y sus colores que son los colores de los sueños mágicos.
Al principio de esta costumbre de perderme en la naturaleza, que en realidad era perdernos, porque a menudo solemos ir en grupo, apenas nos encontrábamos con nadie y, cuando esto ocurría, parábamos y nos preguntábamos para cerciorarnos de que íbamos por la ruta correcta. Poco después, los clubes de montaña, algunas administraciones y montañeros voluntarios íbamos marcando las diferentes rutas: GR, PR y otros, con sus colores o simplemente haciendo montones de piedras, poniendo flechas o letreros  indicadores.
Pero en los últimos años, como se ha popularizado eso de ir a la montaña a contarles en voz alta a los compañeros y a todo el que quiera oírlo (o no pueda evitarlo), el último viaje a la Conchinchina, la excursión de hace varias semanas o lo bien que me lo pasé el pasado finde, además de a llevarse todas las flores, pájaros y cosas raras que no se encuentran en los semáforos o en el centro comercial, grabados en las gigas del último modelo de cámara digital, y, cómo no, a comerse el bocata rodeados de naturaleza (eso sí, echando de menos la cervecita fría, que se me olvidaba), pues hemos quedado liberados del mantenimiento de las señalizaciones.
¿Por qué? pues porque basta seguir los kleenex que va dejando la mentada marabunta dominguera para llegar sin riesgo a cualquier destino. Estos maravillosos instrumentos son dejados caer estratégicamente, a veces como si estuvieran jugando al escondite y otras allí en medio, una vez se han utilizado para higienizar los diferentes agujeros con que la madre naturaleza ha dotado al “homo loquesea”.

Gracias nuevos montañeros, gracias Mr. Kleenex.

BRETAÑA FESTIVAL INTERCELTIC DE LORIAN

Casi jugando a la gallina ciega, con el objetivo de los dólmenes de Carnac y de refrescar la piel, me largo a la Bretaña continental en el momento más céltico del año, y sale bien.
El “amado líder” que nos toca (título made in “maceta del sur”) y la cohesión casi libertaria de los homos y homas, aún siendo de especies varias y muy diferenciadas, hacen la mayor parte. El escenario no defrauda.
En cuanto a la lengua, y tras varios lustros de duro trabajo, ya se decir “bon jour” sin pronunciar la “r”.
Las energías de los alineamientos de Carnac hacen su mágico trabajo y ya no siento la rodilla, sí la pierna (aclaración: a los dólmenes se les atribuyen poderes curativos y yo venía con la rodilla lesionada del descenso del río Tajo en kayak).
En la habitación que me asignan la compañía no ronca, tampoco se ducha ni estorba, ni ná de ná.
Durante todo el tiempo que pasamos entre bosques, islas y costas apenas llueve, creo que no se atreve.
Por la noche, las gaitas toman confianza y nos transportan de la sorpresa al gusto, del gusto a la indigestión y de ésta al oído. Al final descubro que soy celta, corto pero celta.
La sidra bretona, los creps y las “galetas”, y, cómo no, las ostras tamaño “king size”, ante las que temes ser engullido antes de atreverte a atacarlas, sitúan rápido en éste “finis terrae”.
Seis días de olvido abierto, ver con otros ojos, oír con otros oídos y sentir antes que esperar a que me lo cuenten con los ojos como platos y una sonrisa estúpida que llega más allá de las comisuras de los labios.
En las visitas a “l’ile d’Artz” y “L’ile de Houat”, me quedo de la primera con los restos megalíticos y de la segunda con un baño nudista en compañía de mi ego, en la cala de los “moules” (éste bautismo sí es mío, al contemplar los millares de estos moluscos que me impedían ver el color de la piedra). Sin despreciar su cuidada uniformidad arquitectónica y encanto paisajístico: casas blancas con tejados empinados y cerramientos color azulete, envueltas en flores multicolor, más próximas a cuento que a realidad.
Casi con miedo me quedan preguntas que no buscan respuesta porque no quieren perder su halo de misterio.
Sobre los dólmenes y los menhires flotan las costumbres de sesenta siglos, que pretendemos descifrar con criterios miopes, cuando ni siquiera somos capaces de hacerlo con lo que hemos vivido apenas hace unas horas. Una vez más la presunción inconsciente del hombre y la mujer contemporáneos. Lo cual no les resta ni un ápice de interés, mucho menos de admiración. Yo, que no me atrevo a más allá de miradas furtivas y gestos etéreos, aún guardo en el pulgar de la mano izquierda los restos de un picazo con el que me regaló un inferior (de tamaño) en el interior de la “Table des Marchand”. Soy presa fácil y al parecer suculenta para los que sin duda nos sucederán.
Para acabar, el ritmo de los bailes celtas, integradores y colectivos, que amenazan con no acabarse nunca y que penetran hasta convertirse en coro y balé recidivantes, fugaz recuerdo de los celtas y sus gaitas, unen más al grupo acabando por compartir miradas de complicidad y gestos más allá de la camaradería casual.

Gracias Asterix, gracias Obelix. Panoramix, guárdame un poco de esa pócima, que la voy a necesitar.

miércoles, 21 de agosto de 2013

El mundo y yo

Yo tengo un espíritu de ayuda al prójimo muy alto, tanto que creo que no soy comprendido por el mundo. Y lo explicaré con un pequeño ejemplo, pequeña muestra de lo que me ocurre a diario.
Estaba hoy esperando a que un semáforo se pusiera verde para cruzar, y no habíamos en esa situación nada más que dos personas: una chica y yo. La he mirado de reojo y enseguida me he dado cuenta de que podía ayudarla. La chica, bien parecida, joven y con un cuerpo agradable, albergaba una pequeña deficiencia solucionable, y allí estaba yo, que no me corto un pelo, que no tengo pelos en la lengua, cosa que creo que se le llama asertividad, para resolver la situación.
De modo que con una leve sonrisa, le he espetado: deberías de usar tacones, porque tienes el culo más bajo que la matrícula de un biscuter, y así te arreglaría bastante la imagen. La chica se ve que no lo ha entendido, porque me ha mirado de un modo huraño, me ha dicho imbécil y ha cruzado sin esperar a que el semáforo se pusiera verde, con cierto riesgo.
Yo me he quedado pensando qué le podía haber molestado, si el que yo dijera la palabra culo en vez de trasero, pompi o cosas parecidas, que es como se le llama en escritos, novelas y otros círculos, si es porque al ser muy joven no sabía lo que quería decir biscuter, o por qué narices. Pero yo he hecho mi buena obra y estoy seguro de que la chica lo tendrá en cuenta.
Mientras escribo esto, que lo hago un tiempo después de que acaeciera el caso que cuento, por el que no he sido ni agradecido ni recompensado como he dicho, están las ratas ladradoras de mi vecino entonando sus típicos aullidos. Sí, mi vecino necesita que le estén aullando en tono agudo el mayor tiempo posible, si no, no se entiende que esté rodeado de los dichosos bichos, además de de loros o cosas parecidas. Que yo soy amigo de los animales y entendería que, si es un acojonado, que lo es, y sus motivos tendrá, tuviera un bullterrier, un dóverman o un tanque del ejército, que los hay baratos de segunda mano, pero esos renacuajos, pues la verdad es que no.
He estado tentado presentarle a una amiga que hace lo mismo que sus ratas ladradoras, pero que incluso a veces llegan a tener sentido los sonidos que emite. No lo he hecho ya porque temo que no me entienda, como la chica del semáforo y como otras muchas personas a las que he intentado ayudar.

Vivo en un mundo que no me entiende. Somos dos, el mundo y yo.