sábado, 31 de agosto de 2013

KLEENEX

Hoy quiero celebrar algo, si ya se ha celebrado o se está celebrando, pues me uno a ello.
Hace ya años que hago montaña, nada digno de mención especial, pero montaña al fin y al cabo. Me gusta la naturaleza, sus sonidos que son el silencio del espíritu, sus olores que son los olores de las noches estrelladas y sus colores que son los colores de los sueños mágicos.
Al principio de esta costumbre de perderme en la naturaleza, que en realidad era perdernos, porque a menudo solemos ir en grupo, apenas nos encontrábamos con nadie y, cuando esto ocurría, parábamos y nos preguntábamos para cerciorarnos de que íbamos por la ruta correcta. Poco después, los clubes de montaña, algunas administraciones y montañeros voluntarios íbamos marcando las diferentes rutas: GR, PR y otros, con sus colores o simplemente haciendo montones de piedras, poniendo flechas o letreros  indicadores.
Pero en los últimos años, como se ha popularizado eso de ir a la montaña a contarles en voz alta a los compañeros y a todo el que quiera oírlo (o no pueda evitarlo), el último viaje a la Conchinchina, la excursión de hace varias semanas o lo bien que me lo pasé el pasado finde, además de a llevarse todas las flores, pájaros y cosas raras que no se encuentran en los semáforos o en el centro comercial, grabados en las gigas del último modelo de cámara digital, y, cómo no, a comerse el bocata rodeados de naturaleza (eso sí, echando de menos la cervecita fría, que se me olvidaba), pues hemos quedado liberados del mantenimiento de las señalizaciones.
¿Por qué? pues porque basta seguir los kleenex que va dejando la mentada marabunta dominguera para llegar sin riesgo a cualquier destino. Estos maravillosos instrumentos son dejados caer estratégicamente, a veces como si estuvieran jugando al escondite y otras allí en medio, una vez se han utilizado para higienizar los diferentes agujeros con que la madre naturaleza ha dotado al “homo loquesea”.

Gracias nuevos montañeros, gracias Mr. Kleenex.

No hay comentarios: