sábado, 24 de abril de 2010

Bereberes y tuaregs

Me cuenta que ha estado unos días con ellos y eso me recuerda cuando yo también estuve. Todo lo que dice me recuerda mi viaje, y me reaviva los deseos de volver. Esos deseos que sentí el día que decidí volverme.
Dice que esta vez les ha llevado sandalias a los niños. Nosotros les llevamos lápices.
Dice que así, mientras les duren no irán descalzos. A mi me parece una buena idea.
Luego de escuchar todo lo que me cuenta me abandono a pensar sin rumbo fijo y me pregunto si ellos tendrán juanetes o pies planos. Porque aquí hay de eso y muchas más cosas. Las consultas de los podólogos están llenas de gente. Hay que pedir hora.
No se contestar a mis preguntas pero me viene a la cabeza otra historia que me contaron no hace mucho. En otro lugar habían conseguido hacer una conducción de agua para que las mujeres no tuvieran que acarrearla desde la poza al poblado y las mismas mujeres rompieron la conducción. Era durante ese trayecto cuando hablaban entre ellas con libertad. No tenían otro momento y no querían renunciar a su pequeña libertad.
Los "occidentales del primer mundo" nos empeñamos en contagiar a todo el planeta con nuestras costumbres, con nuestro empacho de bienestar. Bienestar que viene siempre acompañado de podólogos, de psicólogos, de psiquiatras y de un sin fin de necesidades que nos impiden pisar la tierra con los pies y hablar con libertad.
Desconozco si para eso hay terapia.

miércoles, 21 de abril de 2010

Adivina adivinanza

Estaba allí porque había ido. No se movía, aunque hubiera podido. Pero no se movía. Así es que parecía que no estaba. Para los demás era como si no estuviera del todo. Sí un poco pero no un mucho, depende.
Hablaban como si estuviera pero no lo tenían en cuenta. Y no lo tenían en cuenta porque además de no moverse tampoco hablaba.
Los demás hablaban y se miraban. De vez en cuando lo miraban de reojo a él. Alguno lo miraba de forma descarada pero muy poco tiempo. No podía más. Tenía que apartar la vista enseguida aunque no sabía por qué. Era como si estuviera recriminándole algo. Como si le llamara la atención por su descaro. Como si violara su intimidad.
Les resultaba incómodo. Muy incómodo.
Y qué se puede hacer si ni habla ni se mueve?
Alguno ya había pensado algo, incluso tenía su pequeño plan. Un plan que no se atrevía a compartir con los demás, de modo que en adelante permanecería callado. Y quien sabe si más adelante también inmóvil.
Era su plan secreto.

El busto

Paso junto a él todos los días y casi siempre lo miro. Él a mi siempre, aunque no me ve. Recuerdo su nombre sin leerlo, también recuerdo sus gestos, su talante, su porte y todo lo demás.
Recuerdo su pelo engominado, ese sobre el que hoy hay cagadas secas de paloma o de gorrión o de tórtola turca. Todas mezcladas que nadie quita, solamente cuando el agua de la escasa lluvia las deshace, muy protegidas por la frondosidad de la vegetación.
El color no es el suyo. No. Él no era verdoso. El color verdoso debe de ser del óxido. No sé si férrico o ferroso, cúprico o cuproso. No se. Porque de bronce no es, si no estaría bronceado. Él si estaba algo bronceado. Era coqueto.
Lo pusieron aquí porque fue un gran profesional. No diré también que un gran padre de familia porque no lo se, aunque eso es algo que siempre se dice aunque no sea del todo cierto. Queda bien. Y como en las inauguraciones quieren quedar bien pues lo dicen.
Creo y casi estoy seguro que él no se vería bien así como está ahora. Los ojos tienen en el centro un agujero, la boca tiene una mueca que no es ni risa ni seriedad ni firmeza ni nada. Es sólo una mueca. Una mueca indefinida. De esas que hacen los escultores a los bustos. Y de lo demás nada que añadir. Se sabe que es él porque lo pone debajo, porque el pelo engominado destaca mucho y porque los que lo conocíamos si que le vemos parecido. Se parece como todos los bustos; un poco sí y un poco no.
Hoy me ha dado la impresión que estaba más bajo que otras veces, como si se hubiera hundido el pedestal. Y también que se había ladeado; es decir, que no estaba vertical. Y es que el tiempo no perdona ni a los bustos en los jardines.
En fin, que no me gustaría verme así. Seguro que a él tampoco, pero se empeñan en no dejarnos descansar cuando la vida se acaba y con la más mínima escusa nos hacen bustos, celebran centenarios y bodas de plata, e incluso aniversarios, con lo que pueden montar cada año un nuevo espectáculo (¿lo habré calificado bien? tengo dudas pero no encontraba palabras y después de un par de minutos me he dicho, pues vale, pondré espectáculo).
Ahora me he quedado descansando. Continuaré pasando todos los días frente a él, a su busto digo. Pero ya no pensaré más en todas esas cosas que se me pasaban por la cabeza hasta ahora. Porque muchas de ellas las he dejado aquí, y las demás se me olvidarán. Ahora pensaré en otras cosas. Quizá me fije en el castaño de indias que hay junto a él, en un brachichiton que hay más allá o cerraré los ojos e imaginaré una secuoya gigante. Ya os lo contaré otro día.
Voy a acabar con una petición que no va a servir para nada, pero me desahogo. Quiero pedir a todos los pájaros del mundo que no se caguen en los bustos, que bastante tienen ya ellos con todo lo demás.
Por favor.

[Quiero dedicar este pequeño relato a Maxi]

jueves, 15 de abril de 2010

El Mediterráneo y los pálidos del este (a cuento de "El Mediterráneo y los Bárbaros del norte" de Luis Racionero)

Pienso, luego estoy vivo.
Venía andando hace un rato y de pronto me veo venir a un grupo de "orientales" (que si pongo otra cosa parecerá que soy racista; e incluso puede que lo sea), chinos para más detalle, siguiendo a un paraguas plegable rojo (¡qué ignorantes! continúan creyéndose que van tras "lo" rojo). Todos ellos muy obedientes y ordenados, como un grupo de colegiales de colegio de pago, y como movido por un resorte, uno de ellos se adelanta a paso ligero y medio agachado, cámara de fotos en mano, hacia uno de los bancos de la plaza.
Miro con detenimiento el lugar y ¡qué veo! dos palomas follando.
Tras el avanzado chino se precipita otro y otros y al final todos en manada para llevarse en el "chip" la imagen de las dos palomas que, probablemente guiadas por el instinto, las hormonas o la explosión de la primavera, siguen dale que te dale, como haría cualquier ser vivo que encuentra lo que busca y no está dispuesto a desperdiciarlo.
Al final, las palomas se van, supongo que ya han acabado las dos, o por lo menos el pichón (quiero decir la paloma macho) y los descoloridos orientales continúan dándole y dándole al dedo. Al final les quedarán en la memoria del aparatito dos palomas follando y como fondo la puerta de los apóstoles de la catedral, lo cual no está mal; pero tampoco están los tiempos para ir asociando catedral con sexo... quizás en la China no se note, como son tantos.
Y yo pienso (aquí es cuando pienso, por eso he hecho la reflexión inicial), espero que si alguien lee esto también piense. Pero si no tampoco pasa nada, hay tanta gente que no piensa que no se va a notar.
Bueno, pues eso, pienso si es que por aquellos andurriales no habrá palomas, o si es que las que hay no follan, o si lo que pasa es que ellos en su país van a la suya y no se fijan en si las palomas follan o no.
Total que, de ser así, por su bien, espero que su falta de atención al sexo sea sólo con el de las palomas; porque decidme si no como coño son tantos.
Y ahora dejo de pensar y sigo mi camino, que las dos cosas a la vez no puedo, no se, ¿vale?.