jueves, 16 de junio de 2011

Carta a mi mismo

Quiero iniciar esta carta con una pregunta. Sí, una pregunta que hace tiempo que deseo hacerte y que he reprimido de manera forzada, a veces mordiéndome la lengua y otras haciendo lo mismo con el capuchón del bolígrafo.
No temas, es una pregunta sencilla, para ti. Seguro. Es a mí a quien le supone un esfuerzo hacerla. No porque sea embarazosa, ni porque vaya contra mis principios, ni nada de eso. Simplemente es porque al ser tan sumamente irrelevante, cuanto más tiempo pasa sin que te la hago, resulta para mí más vergonzoso (iba a poner humillante pero me ha parecido demasiado).
Por fin me he decidido. Una vez formulada, y sobre todo cuando obtenga la respuesta, todo va a ser más fácil para mí, y también para ti. Sí, precisamente por eso debería de habértela hecho hace tiempo.
Tú, podrías decirme ahora una cosa. Seguro que la estás pensando. Esa cosa es: si sabes que la respuesta va a facilitárnoslo todo es porque la conoces. No, en eso estás equivocado. No conozco la respuesta, pero da lo mismo. Lo importante, más que la pregunta o la respuesta, es lo que vas a pensar antes de contestar. Simplemente lo que tu pienses acerca de la respuesta ya será suficiente. Por eso afirmo con toda contundencia que todo va a ser más fácil, puede que incluso rocemos la felicidad.
No te impacientes, te la haré enseguida. O, si no, a qué vendría el mensaje, la carta o como quieras llamar a esto. Ya he tomado la decisión y no voy a volverme atrás. Es el momento. No habrá más dilación.
Antes de contestarla, por favor, léela varias veces, tómate tu tiempo. Es importante que analices su alcance. Será breve, no precisará de análisis técnico ni psicológico (tampoco sintáctico ni morfológico). Y, cuando entiendas su esencia por completo, sabrás enseguida lo que contestar. Verás cómo te sale de carrerilla, y te relaja.
Repito, habrá un antes y un después. Los dos desearemos que esto se hubiera producido antes. Yo, la pregunta, y tú, la respuesta.
Quizá si todo el mundo se hiciese esa misma pregunta cuando tienen uso de razón, la vida sería diferente. Mejor. Lo único que hay que procurar, evitar, siempre, es hacérsela a otra persona. Mucho más si la conoces. Más aún si la conoces muy bien. Qué curioso ¿verdad?
Vamos a liberarnos.
Ha llegado el momento.
Simplemente te pregunto:
¿Por qué?
¡UFF! Qué descanso. Ves como era sencilla. Ahora piensa, reflexiona, tómate todo el tiempo que necesites y luego contesta. Verás, verás que bien te sientes. Qué bien nos vamos a sentir.
Mucho mejor – no quiero extenderme ni influenciarte – si la tenemos presente de forma permanente. Si antes de hacer algo, de tomar una decisión, de emitir una opinión, de afrontar un estado de ánimo, nos detenemos unos segundos, la respondemos y seguimos adelante.
Ahora, o luego más tarde, cuando tenga, cuando tengamos la respuesta, a partir de ese momento, ya no seremos tú y yo. Seremos sólo uno. Para siempre. Y un uno aún mejor (iba a escribir mejores, como si todavía no te hubiera preguntado y estuviera en ciernes nuestra unidad).
Pero, repito, no tengas la debilidad (o quizá sea insolencia) de hacérsela a nadie. No. Es una pregunta inconveniente y raya la falta de respeto.
No, ahora no me preguntes por qué, porque eso sería tema para una carta más larga. Para un libro o para varios. Imagina por un momento: el por qué del por qué… ¡Uf!
Tengo un poco de miedo. Estoy a punto de conocerte, y tú estás a punto de conocerme a mí también. Los dos estamos a punto de ser nosotros y a la vez más prudentes, más humanos, más respetuosos con lo que hacemos y más coherentes.
Y apuesto a que dejaremos de juzgar y comparar. Sólo lo notaremos en que antes de hacer algo, de tomar una decisión o de adoptar una posición ante cualquier cosa, tendremos presente ese “por qué”, que ya nunca nos va a separar, sino todo lo contrario.
Te lo vuelvo a decir: sí, creo que sí, algo parecido debe de ser la felicidad. Qué cerca la tienes, la tengo, la tenemos.
Esto es intemporal, como nosotros, pero te lo escribo un día, de un mes y también de un año; uno que denominan 2011, pero eso no me voy a preguntar por qué.

No hay comentarios: