martes, 22 de mayo de 2012

PURA VIDA

Qué has hecho hoy, me preguntas.
Yo estoy mirando al infinito, con la vista desenfocada y una tenue sonrisa en mi cara. No me veo pero lo sé.

Me vuelvo a mirarte. Me fijo en tus ojos que comienzan a derramar esa alegría serena que luego acompañas con una mueca seductora. Mi silencio ha despertado tu alegría y también tu curiosidad. Me habías hecho la pregunta casi maquinalmente y de pronto se ha convertido en el centro de tus pensamientos.

Te hablo despacio, sin dejar de mirarte, sin elevar apenas la voz. Quiero que parezca una confidencia que estoy deseando contarte. Y es así, no hay juego en las palabras, no hay manipulación en las intenciones.

Ésta mañana, te digo, he rememorado en vivo algo que ocurrió hace mucho tiempo. Uno de esos episodios que quedan para siempre grabados en algún lugar aún por descubrir. Ha sido un impulso que también a mí me ha sorprendido, como sorprende la tormenta en la montaña. Un relámpago, enseguida el trueno y nuestro cuerpo se empapa sin darnos tiempo a protegernos.

Así ha sido.

“Estábamos en prácticas de biología, en concreto, trabajando en el laboratorio con el microscopio. Ya sabíamos lo fundamental de su funcionamiento así es que tocaba cortar finas capas de un tronco blando ayudados del microtomo, tintarlas, ponerlas en el portaobjetos, cubrirlas con el cubreobjetos, enfocar e identificar los vasos liberianos y leñosos.

Era también una mañana de primavera y yo estaba muy inquieto. Había repetido el proceso varias veces, así es que para distraerme conseguí que por mis oculares se contemplaran millares de pequeñas “larvas cabezudas”, bastante estúpidas a tenor de sus movimientos nerviosos.

Llamé a la compañera que tenía a mi derecha para que las observara, y en poco tiempo las cinco hembras del grupo estaban a mi alrededor pugnando por mirar a la vez aquella danza loca, a la vez que contenían una risita como la que tu tienes ahora.

No tardó el profe en darse cuenta de que algo ocurría allí, pero el desenlace no merece detalle en una historia como esta.”

Hoy continúan moviéndose del mismo modo, buscando lo que entonces no encontraron ni tampoco hoy. Pasada la media hora comienzan a dejar de colear y van muriendo poco a poco. A la hora ya no quedaba ninguna viva.

Entonces sirvieron para arrancar la curiosidad y la alegría a aquella mañana soporífera, hoy han servido para que tú y yo nos sintamos vivos y parte de ese inmenso paraíso que es el universo, a pesar de las limitaciones culturales que a menudo nos impiden disfrutar aún más de él.

Porque somos “pura vida”.


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