lunes, 27 de mayo de 2013

De cómo un Elfo bueno se deshizo de una bruja buena

No me voy a extender en detalles porque creo que no vale la pena, iré directamente al grano o, como dice un buen amigo mío, a la descripción abreviada.
Digo en el título que es un Elfo bueno. Sí, ya sé que todos los elfos son buenos, pero es que este era muy muy bueno. De la bruja nada que añadir a lo que su nombre indica.
Como el Elfo era bueno, deshacerse de la bruja no fue lo primero que se planteó; por el contrario utilizó otros caminos alternativos. Sin éxito, como se puede suponer, por lo que tuvo que recurrir a lo peor. Quiero decir “a lo mejor”, supongo que se da por supuesto.
Voy un poco al detalle pues. Lo siguiente que hizo el Elfo fue morderse las uñas. Tanto tanto que acabó por comerse hasta el codo (más no pudo).
Ya existen en la historia o en la mitología otros casos similares; véase la Venus de Milo, sin ir más lejos.
A continuación optó por subirse por las paredes, como el tal David Cooperfield (o como quiera que se llame), o el Harold Lloyd. Bueno, éste último se subió a un reloj; el Elfo no tenía reloj ni de pulsera, de los que se llevan al final del brazo, pues recordaremos que no tenía brazo porque se lo había comido. Total que no se subió al reloj. Supongo que esto se entiende.
A continuación hizo muchas más cosas, muchas más. Hasta que finalmente optó por la solución definitiva, que no por deseada le fue fácil y placentera al bueno del Elfo.
NO, el placer vino después. Sí, por fin llegó.

Y así fue como pudo gozar en toda su intensidad de la música del silencio, del canto de los pájaros, del viento meciendo las hojas de los árboles o, en el peor de los casos, del rugido de los motores de los vehículos que pasan bajo su ventana.

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