domingo, 3 de mayo de 2015

UN GRAN TRABAJO

Aunque no es el objetivo, cuando nos trasladamos fuera de nuestro país hay una cosa que no podemos evitar, y es fijarnos en las entidades financieras.
Buscamos cajeros para sacar dinero, miramos la nota cuando nos pasan la tarjeta al pagar cualquier servicio o compra. Es habitual y llamativo ver y recordar el nombre de una u otra entidad.
En Europa, en la mayoría de los países, nos podemos encontrar con pequeñas entidades, bancos o cajas, que apenas tienen una decena de oficinas y cubren una región, una comarca, incluso a veces una sola ciudad. Y en el conjunto del país con decenas de nombres diferentes de todas ellas.
Y todas tienen locales, empleados, cajeros, hacen publicidad y deben de pagar la luz porque la tienen encendida. O sea que funcionan.
Vuelves tu, al mío, al nuestro, al de origen, y, en los últimos tres o cuatro años, ves que quedan las mismas más o menos que reyes en la baraja [Cuando el último rey de Egipto tuvo que dejar el trono dijo que en pocos años, en Europa quedarían sólo los cuatro reyes de la baraja y la reina de Inglaterra. Se equivocó, de momento].
Ese, el de dejar el negocio en manos de cuatro o cinco, ha sido un gran trabajo que nunca le agradecerán (los 3 ó 4) bastante a los gobernantes de los últimos años.
Hemos pasado de más de un centenar de entidades a poderlas contar con los dedos, y aún no están conformes. Veremos más.
Se ha beneficiado a un grupo limitado de personas a cambio de que  a los autores y coautores se les permitiera dilapidar los más de 100.000 millones de patrimonio de las cajas y casi otro tanto en operaciones tiradas a fallidos de unos y de otros.
Mientras el supervisor de la marcha del sistema financiero más sólido del mundo ejercía su labor solicitando estados de cuenta mediante "power-point" enviados por internet.
Si era de otro modo, dice muy poco en favor de su profesionalidad.
Espero que quienes han participado de este gran trabajo reciban sus compensaciones directa o indirectamente.
De golpe o gota a gota, tengo la impresión de que pronto lo veremos. Claro, siempre que miremos en la dirección adecuada, no donde nos dicen que miremos.

Al tiempo.

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