domingo, 21 de junio de 2015

Ven, siéntate aquí

He leído el libro de cuentos (¿cuentos?) de Guadalupe Royán, de quien también leí “Alas” hace algún tiempo. Éste está Ilustrado por Raquel Catalina (Cata), que todavía se está pensando si sus ilustraciones tienen influencia de los Barbapapás que tanto le gustaban de pequeña.
Ambas cosas me han gustado. Los “relatos” me han atrapado y los dibujos extasiado. Pero aquí, en este blog en el que escribo para mi y poco más, me voy a explayar en todo lo que ambas manifestaciones de arte me han sugerido. Para no variar.
Cuando hace un tiempo escribí varios relatos eróticos, recuerdo que al leerlos mi pareja, observé en ella un gesto como de intriga. Aún sin saber de qué se trataba, para adelantarme a cualquier suposición, le dije mirándola a los ojos: los escritores de novela negra no son asesinos en serie. Enseguida noté una relajación en su cara. Ahí quedó la cosa. Desde entonces escribo con total libertad de lo que quiero, de lo que me sale de dentro o de lo que quieren los personajes que me invento, porque una vez creados son ellos los que dirigen, los que mandan y los que condicionan, por lo menos a mi.
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El espacio en blanco ha sido para dejar escapar una risa nerviosa que ha acabado en carcajada y casi en lágrimas. Ahora ya, más relajado, continúo.
Sí, creo que he llorado de risa (llorar siempre es bueno, mejor si es de risa); Guada hace derramar lágrimas a sus personajes a menudo; también utiliza el verbo con frecuencia. Y lo más bonito es que sus lágrimas – las de sus protagonistas, normalmente femeninas – son originales: son lentas, de colores y tienen vida propia.
La primera impresión que tuve al leer sus historias es la de que el libro hubiera sido un gran premio de la extinta “Sonrisa vertical”. Un día me dijo Luis García Berlanga, durante una comida, que disfrutaba más leyendo las novelas que se presentaban al premio (él era el responsable) que dirigiendo películas. Luego nos reímos a placer, quizá más porque de la botella del segundo crianza no quedaba ni gota que por los comentarios que siguieron. Aunque yo creo que las verdades se dicen mejor ante botellas vacías. Quizá si todas las botellas estuvieran vacías seríamos más nosotros mismos. Yo ahora pinto botellas vacías, aunque eso puede tener que ver con Morandi, cuya obra admiro.
Los relatos de Guada están llenos de amor y de desamor, de engaño y de pasión, de sensibilidad femenina (para mi “la sensibilidad”) y de esa segunda vida íntima que todos o casi todos llevamos muy adentro. Adornado todo de una prosa con estilo propio que atrapa. Todo ello hace que tras leerlo, quede en la antesala de nuestra memoria, de nuestros pensamientos (bueno, al menos de los míos) el relato vivo. De modo que yendo en el metro o pedaleando en bicicleta, cuando se queda la mente en blanco, aparezca de repente ante nosotros uno de esos relatos al azar y se recrea en un análisis de placer inmediato acelerando un poco las pulsaciones.
De los dibujos de Cata qué puedo decir; que he buscado en el trastero los cuentos de los Barbabapás de mis hijas y los estoy ojeando (u hojeando, que debe de ser lo mismo) otra vez. Los dibujos de Cata son sencillos y transmiten mensaje. Tienen estilo propio, eso que anhelamos todos los que hemos hecho pinitos en cualquiera de las disciplinas artísticas: dibujo, pintura, escritura…
Un gran acierto el de la editorial “adeshoras” publicando el libro.

NOTA.- Creo que en la página 71 hay un “loismo”. Sólo creo ¿vale?

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