JL vivía en una granja no demasiado
alejada del pueblo, aunque como para trasladarse solo contaban con un carro y
con una bicicleta, esa distancia si que era importante.
Habitaba allí con sus padres,
considerablemente más mayores de lo que cabría esperar, pues ambos se habían
unido en segundas nupcias, tras haber fallecido sus anteriores parejas.
Los dos se ocupaban de la granja y
del cultivo de las tierras que la rodeaban; él empleaba la mayoría de su tiempo
en las labores de la tierra y en el transporte de lo que precisaba con su carro
y sus mulas, y ella en cuidar de los animales de la granja, así como de las
labores de la casa.
Cuando él, el padre, tenía que ir al
pueblo, a la vuelta pasaba por el horno de Pepe El Cuco y compraba cordiales
para su hijo; aunque bien cierto que no siempre, pues tenían que coincidir
varias circunstancias: que se acordara, que llevara dinero para comprarlos y
que hubiera cordiales en el horno.
JL esperaba a su padre cuando iba al
pueblo, y ya desde lejos oteaba si traía alguna envoltura de papel blanco, lo
que hacía suponer que iba a ser premiado con los cordiales que tanto le
gustaban.
Cuando esto ocurría, JL se lanzaba al
cuello de su padre y tras besarle la mejilla le espetaba: Cuánto te quiero papá
– y tras una pausa le añadía – por el interés de los cordialicos. Expresión que
su padre reía.
Tan orgulloso estaba el padre de JL
del agradecimiento de su hijo, que lo contaba aquí y allá con pelos y señales.
El padre de JL era un hombre singular,
porque aceptaba a los seres humanos tal como eran, al tiempo que aceptaba la
vida como le sobrevenía, sin exigir ni exigirse más allá de nada.
Como diría Nelles, era un hombre con
un nivel de conciencia muy alto, y por ende envidiable.
Yo llevo más de seis décadas
rememorando la frase de agradecimiento de JL. Al principio me parecía que JL era
injusto, por aquello de querer a su padre por el solo hecho de que le llevara
los pasteles que le gustaban; pero con el tiempo la frase ha madurado (no así
yo)
Con el tiempo yo solo me he dado cuenta de que
la estructura social y económica que nos ha engullido lo ha orientado todo, casi exclusivamente, a
ser reconocido, recompensado o valorado “por el interés de”.
Sí, incluso el cariño, y el que es
más próximo y emocional: el cariño familiar. Ninguna duda respecto del que
tiene que ver con la llamada amistad, compañerismo o cosas parecidas. Ni mentar
a los compañeros y compañeras de chat, claro.
Así es que, para qué extenderme más,
queden estas quinientas palabras (más o menos), para rendir homenaje a JL, al que
quiero de una forma singular, y al padre de JL, al que envidio por su nivel de
conciencia y recuerdo muy a menudo con un poco de sana envidia.
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