martes, 15 de junio de 2010

Se me ocurre

Un supuesto sencillo. Un pueblo en el que viven dos familias que cultivan patatas y otros pocos más. Allí se comen patatas, pero con las que cultiva una de las familias comen todos. Así es que la guerra de precios puede llevar a que las patatas sean gratis y ninguna de las dos familias pueda subsistir.
Así es que interviene la autoridad y pone un precio a las patatas que permita que las dos familias vivan... si venden las patatas, o son aún más lúcidos y las subvencionan. ¡Qué genialidad!
Y ahí aparece el segundo problema, vender todas las patatas que se producen, el cual se resuelve haciendo que los "comedores de patatas" (si Vincen Van G. levantara la cabeza), una vez han acabado de comer, vomiten y vuelvan a comer... patatas. Así, todos contentos y la vida sigue.
Quizá para entenderlo tendría que haber puesto en el ejemplo coches en vez de patatas, o teléfonos móviles u ordenadores, o quién sabe qué; pero vamos, cosas con las que a diario sí que se hace lo que digo.
Ese, resumiendo, es el sistema económico que nos envuelve, que nos hace cada vez más "esclavos felices" camino del progreso infinito. Progreso en la esclavitud, claro.
Y tan contentos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El Estado de las subvenciones se ríe de la ley de la oferta y demanda real del mercado, y por tanto hace imposible la eficiencia de una economía.
El que para mantener las ventas no necesarias, subvenciona, miente a los clientes, se miente a si mismo ( a su empresa), falsea los márgenes, altera la calidad o los precios...emprobrece a todos los de su alrededor. En general las Areas de Marketing.