lunes, 7 de junio de 2010

Somos cautivos de nuestros actos libres

Y por ello, si tenemos la oportunidad, o la obligación social o moral, de ayudar a un ser humano a orientar su conducta, es bueno que sepamos que, en la sociedad occidental de finales del siglo XX y principios del XXI, para integrarse en ella, hay unas normas de educación y respeto que debemos de seguir y hacer cumplir.

Poniendo especial cuidado en los siguientes puntos:

1.- El consumo desordenado. Tener todo lo que se desea, ahora y ya, no contribuye a formarse una personalidad y una conducta responsable, conocedora de que todo tiene un coste social, económico, incluso ecológico, por lo que es necesario merecerlo, por decirlo de forma sencilla, aunque podríamos ser más concretos según qué casos.

2.- La libertad de acceso tanto a lo que es bueno para nuestro desarrollo y para la salud, como a otras sustancias, autorizadas o no, que aún resultando perjudiciales pueden estar fácilmente a nuestro alcance, supone una gran responsabilidad, necesidad de conocimiento y fuerza de voluntad, para evitar caer en un consumo desordenado o incluso en el caso de las drogas simplemente en su consumo. Y me refiero a drogas de todo tipo, tanto las aceptadas socialmente como las prohibidas.

3.- El retraso en la edad para la asunción de responsabilidades de los niños, que se está produciendo desde hace ya décadas en el mundo occidental, con el consecuente alargamiento de la niñez, ha supuesto la aparición de un período demasiado largo en el que los niños, ya no tan niños, pasan largos períodos de tiempo ociosos, lo que supone un riesgo importante a la hora de orientar su conducta, salvo excepciones en las que el deporte u otra afición los arrastra a ocupaciones más que deseables para su desarrollo y su futuro.

4.- Las exigencias socio-profesionales ocupan a los padres, responsables de la educación de los más pequeños, casi la totalidad de su tiempo, sin dejar apenas tiempo para la imprescindible relación que precisa la labor de transmisión de los valores necesarios para una integración social sin traumas.

5.- La falta de roles claros y de una pirámide de autoridad sólida y evidente en casa, así como también en ocasiones el resquebrajamiento de la imprescindible unidad total de criterio entre los padres, abre grietas e inseguridades que deterioran la seguridad del niño y lo empujan a comportamientos erráticos y rebeldes.

6.- La sociedad ha perdido el objetivo principal de toda educación humana: crear conciencia, desarrollar un fuerte código moral acerca de lo que está bien y lo que está mal. La conciencia, el sentimiento de responsabilidad y de culpa vinculado a un desarrollo pleno de las emociones morales, ha pasado de moda, considerado “obsoleto y trasnochado”. Y de esta manera hemos cometido un grave error.

[Tomado parcialmente del Profesor Vicente Garrido Genovés]

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