sábado, 3 de septiembre de 2011

La siesta en agosto

PRIMERA SIESTA

Ernesto le miró de refilón sin dejar de manipular el teléfono y muy pausadamente le espetó: te equivocas muchacho, las mujeres nunca se acuestan con el que les cuida el gato.

SEGUNDA SIESTA 

Una hora y cincuenta minutos estuve de pie mirando como pasaba ante mí toda una fauna humana de final de agosto. No lo hice a propósito, esperaba a un profesional estresado que “tomaba café” (lo pongo en masculino pero cada cual que le ponga el género que quiera). Vi chanclas, muchas chanclas. También pantalones cortos, pero todos por debajo de la rodilla. Vi faldas cortas que eran obligadas continuamente a alargarse sin éxito; piezas de ropa que cubren la parte de arriba del cuerpo a las que se les intentaba forzar a que desafiaran la primera ley de Newton. Ni unas ni otras podían ir a más… cada cosa es lo que es.

Vi mucho tocino, no todo magroso (de éste más bien poco). Y vi muchas cosas más que exceden a la brevedad de este relato y a la riqueza de la nuestra lengua. Tengo que buscar en el diccionario un montón de palabras y prometo no observar más durante mucho tiempo. 

TERCERA SIESTA

Hace tiempo que considero como lo más interesante de las revistas las fotos de las modelos (ambos sexos), lo demás es para mí superfluo. Pero por mucho que busco y busco, ni una sola me muestra una cara amable o risueña. Nada, que no hay forma.

Todas y todos están serios, incluso a menudo con cara de mala leche (sí, mala leche, por qué decirlo de otro modo. Que yo soy de los que al culo le llaman culo y no trasero o gilipolladas parecidas). Ahora me toca investigar qué tiene eso que ver con las estrategias de marketing para conseguir más ventas.

Aunque, ahora que me doy cuenta, cuando veo anuncios en las ventanas de los bancos, todos están riendo.

Quizá sea entonces mejor que éstos, los modelos de las revistas, nos miren con esa dureza.
 
LA SIESTA DEL CUARTO Y ÚLTIMO DÍA

Las mujeres son cuerpos sutiles, origen de la energía. Si deseas estimular su sensibilidad hazlo como acariciarías las alas de una mariposa.

Te invitará a que la acompañes en su vuelo.

Y... ME QUEDÉ DORMIDO.

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