jueves, 4 de diciembre de 2014

MAÓ

Maó, paz y yates. Silencio. Una ligera capa de nubes se afana en protegerla para envidia del sol. Ventanas y puertas color verde oscuro con olor británico. Fachadas con luz propia.
Todo adopta un movimiento lento cuando no una quietud observadora. El susurro del mar lame la orilla arrancándole una sonrisa blanca. Sí, también blanca.
Lo que no es azul es blanco y hasta el azul blanquea, contagiado.

Cuando la noche entorna los ojos penetra aún más el dulce olor a agua salada. Las luces del puerto dibujan los mástiles temblorosos de los barcos en los pantalanes, y un poco más allá, faro y castillo nos recuerdan que Maó, ayer ya estaba aquí.

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