Me
voy fuera y, como no voy a tener libros a mano para solazarme o flagelarme,
pues me abalanzo sobre una librería y comienzo a descartar. Tanto tanto que me
quedo sin nada, así es que cuando ya iba a marcharme me acuerdo de haber oído
que Jardiel Poncela, del que he visto un par de obras de teatro que me han
agradado “relativamente”, tiene una colección de cuentos o algo así.
Como
no me acuerdo bien del título le pregunto a la librera ¿por... “que no se entere ni dios”, de Jardiel
Poncela?. Teclea en el ordenador y me dice: será “por dios que no se entere
nadie”. ¡Poseso! le contesto.
Primero
acabo “Mi otra madre” premio Valencia, de mi amigo y excompañero Vicente Marco,
y el de Zarzalejos “Mañana será tarde”. Pero cuando ya estoy dispuesto a
intentar pasármelo bien con Poncela, ya que dice en la portada que son sus
mejores relatos y además divertidos, me cae (con buena intención) un “mejores
ventas” (me jode eso de best seller, como si no hubiera palabras en castellano;
y si no las hay se inventan). Nada menos que “La verdad sobre el caso Harry
Quebert” de un tal Joël Dicker, que promete ser el Cervantes del siglo XXI y
siguientes. Premio Goncourt; premio del que yo era asiduo aunque hace dos o
tres años que no lo leo, simplemente porque el último que intenté acabar casi
me produce sarpullido.
El
tocho tiene más de 600 páginas (hay autores que con menos de 500 sienten que no
cumplen, cuando para torturar con éxito sólo hay que elegir el instrumento
adecuado y un libro puede serlo aunque sea breve).
A
pesar de mis prejuicios lo comienzo con ilusión y en dos ratos ya estoy en la
página 236. Y sanseacabó!
Una
novela escrita a la medida de los invasores del norte del continente americano,
con sus traumas, sus manías, sus “costumbres” y su estupidez; estupidez que
espero que no comparta el joven escritor.
Ha
mezclado el homicidio de una adolescente enamorada de un adulto (eso en los USA
es silla eléctrica o casi) con los prejuicios recalcitrantes y la hipocresía de
la sociedad americana, y partir de ahí se repite más que el ajo con una trama
de policías y sospechosos que no se sabe si quieren colaborar o no, ñoñería,
tortitas y salchichas, y más etcéteras. Sin duda los “académicos” de la
Goncourt han visto en la obra una oportunidad para lavar sus penas de los
últimos años y lanzarse al mercado americano.
No
obstante, el librote contiene frases brillantes y aportaciones originales en la
trama y en su desarrollo. Todo ello daría para unas 200 páginas. Pero la ya
mentada manía de intentar demostrar (o demostrarse) que son capaces de escribir
hasta acabar con todos los bosques del planeta es bien recibida por las
editoriales, entre otras cosas porque pueden subir el precio y como se compran
por “peso”, pues más beneficios.
Quien
me lo regaló no lo hizo con mala intención, le perdono.
En
cuanto a los otros mentados al principio, pues ya digo…
Sobre
el del Zarzalejos: Cuando alguna vez alguien me ha dicho: “tengo dos noticias,
una buena y otra mala”, yo nunca he dudado, respondiendo: “primero la mala”.
Por
eso, al dar mi breve opinión sobre el libro de José Antonio, diré primero que le
sobran perífrasis y circunloquios, así como algunos enrevesados detalles que
pueden escapar a muchos lectores. Probablemente son intencionados y el autor no
quiere llamar así de golpe ladrones y sinvergüenzas a los que hasta hace poco
le daban de comer.
Pero
dicho esto, resulta un análisis certero y documentado de la situación social
(sí, primero social), política (sí, segundo política) y finalmente económica
(porque es consecuencia de las anteriores) del “sarao” en el que está inmersa
la acojonada sociedad española.
Lástima
que no lo lean o no le hagan caso quienes todavía (no sé yo si hay tiempo
to-da-ví-a) pueden enderezar la situación.
[Reflexión:
¿pá qué cojones sirve un jefe d’estao?]
Por
cierto, ayer hablaba casualmente con un empresario de éxito internacional,
nacido en el sur, y me decía ante cuatro testigos que la mayor concentración de
inútiles de Europa se encuentra en Bruselas, y en el caso de España en la
Moncloa y en la carrera de San Jerónimo.
Me
sorprendió su afirmación, tanto más porque añadió que algunos empresarios
triunfan a pesar de los políticos.
No,
no dijo todos. Hay algunos que se hicieron grandes con fondos de la UE, con
favores Políticos o aupándose a dirigir clubes de millonarios en pantalón
corto. Pero a esos no se les debe de denominar empresarios, hay que llamarlos
de otro modo aunque estén en el IBEX 35.
Volviendo
al libro de José Antonio, que por cierto no es un libro para las siestas del
verano, creo que vale la pena tenerlo a mano para ver dentro de muy poco tiempo
si ha acertado en lo que dice y predice.
Por
hacer un símil, salvando las diferencias, puede ocurrir como con el libro que
publicó el Club de Roma en la década de los 80, en el que abogaba por el
“crecimiento 0” para que el planeta y los humanos continuáramos viviendo en
armonía, y que se ha cumplido a raja tabla. Mientras los humanos NI PUTO CASO.
El
de “Que no se entere ni dios” (me doy licencia para cambiarle el nombre). Pues
ya no me cabe duda de que este escritor fue lo que hoy llamaríamos un “niño
pijo”, y que el Mota se inspira en sus cuentos para los programas que le emite
la TVPP (quiero decir la RTVE, ha sido un lapsus).
NO
DIRÉ NADA MÁS!
Y
ahora voy a por Vicente Marco.
Los
escritos de Vicente, así como también sus obras de teatro, cortas o largas, me
recuerdan a Poe (pero sólo un poco ¿vale?). Conforme se avanza en la lectura
Poe se queda atrás.
Recuerdo
que hace años, cuando los piropos, ahora desaparecidos (como no se
construye...), eran habituales, había uno que decía más o menos: entre lo que
se te ve y lo que se te adivina, menudo tormento para la imaginación. Pues esa
exactamente es mi opinión sobre la novela de Vicente (Premio Valencia 2015).
Él
antes no era así, pero ya ves, se nos ha refundado.
su
obra me gusta porque tras cada párrafo hay una pregunta y porque una vez acabada
no todas las preguntas han sido contestadas.
Ésta
tiene además el atractivo del erotismo, que siempre es más lo que sugiere que
lo que dice, y que es cortita.
Pero,
siempre hay un pero, me quedaría a medias si no dijera que hay un personaje ,
por cierto sin nombre, que llena la novela sin apenas abrir la boca. Sin él no
hay novela. Sí, ese que llegó a la puerta de la calle empapado por la lluvia una
tarde aciaga.
Vas
bien tío!
Y
ahora a ver si el invierno trae algo interesante para leer o tengo que de nuevo
intentarlo con el Ulises de Joyce.
Aunque
a mí siempre me quedará ERRI DE LUCA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario