martes, 1 de septiembre de 2015

LECTURAS DE VERANO

Me voy fuera y, como no voy a tener libros a mano para solazarme o flagelarme, pues me abalanzo sobre una librería y comienzo a descartar. Tanto tanto que me quedo sin nada, así es que cuando ya iba a marcharme me acuerdo de haber oído que Jardiel Poncela, del que he visto un par de obras de teatro que me han agradado “relativamente”, tiene una colección de cuentos o algo así.
Como no me acuerdo bien del título le pregunto a la librera ¿por...  “que no se entere ni dios”, de Jardiel Poncela?. Teclea en el ordenador y me dice: será “por dios que no se entere nadie”. ¡Poseso! le contesto.
Primero acabo “Mi otra madre” premio Valencia, de mi amigo y excompañero Vicente Marco, y el de Zarzalejos “Mañana será tarde”. Pero cuando ya estoy dispuesto a intentar pasármelo bien con Poncela, ya que dice en la portada que son sus mejores relatos y además divertidos, me cae (con buena intención) un “mejores ventas” (me jode eso de best seller, como si no hubiera palabras en castellano; y si no las hay se inventan). Nada menos que “La verdad sobre el caso Harry Quebert” de un tal Joël Dicker, que promete ser el Cervantes del siglo XXI y siguientes. Premio Goncourt; premio del que yo era asiduo aunque hace dos o tres años que no lo leo, simplemente porque el último que intenté acabar casi me produce sarpullido.
El tocho tiene más de 600 páginas (hay autores que con menos de 500 sienten que no cumplen, cuando para torturar con éxito sólo hay que elegir el instrumento adecuado y un libro puede serlo aunque sea breve).
A pesar de mis prejuicios lo comienzo con ilusión y en dos ratos ya estoy en la página 236. Y sanseacabó!
Una novela escrita a la medida de los invasores del norte del continente americano, con sus traumas, sus manías, sus “costumbres” y su estupidez; estupidez que espero que no comparta el joven escritor.
Ha mezclado el homicidio de una adolescente enamorada de un adulto (eso en los USA es silla eléctrica o casi) con los prejuicios recalcitrantes y la hipocresía de la sociedad americana, y partir de ahí se repite más que el ajo con una trama de policías y sospechosos que no se sabe si quieren colaborar o no, ñoñería, tortitas y salchichas, y más etcéteras. Sin duda los “académicos” de la Goncourt han visto en la obra una oportunidad para lavar sus penas de los últimos años y lanzarse al mercado americano.
No obstante, el librote contiene frases brillantes y aportaciones originales en la trama y en su desarrollo. Todo ello daría para unas 200 páginas. Pero la ya mentada manía de intentar demostrar (o demostrarse) que son capaces de escribir hasta acabar con todos los bosques del planeta es bien recibida por las editoriales, entre otras cosas porque pueden subir el precio y como se compran por “peso”, pues más beneficios.
Quien me lo regaló no lo hizo con mala intención, le perdono.

En cuanto a los otros mentados al principio, pues ya digo…

Sobre el del Zarzalejos: Cuando alguna vez alguien me ha dicho: “tengo dos noticias, una buena y otra mala”, yo nunca he dudado, respondiendo: “primero la mala”.
Por eso, al dar mi breve opinión sobre el libro de José Antonio, diré primero que le sobran perífrasis y circunloquios, así como algunos enrevesados detalles que pueden escapar a muchos lectores. Probablemente son intencionados y el autor no quiere llamar así de golpe ladrones y sinvergüenzas a los que hasta hace poco le daban de comer.
Pero dicho esto, resulta un análisis certero y documentado de la situación social (sí, primero social), política (sí, segundo política) y finalmente económica (porque es consecuencia de las anteriores) del “sarao” en el que está inmersa la acojonada sociedad española.
Lástima que no lo lean o no le hagan caso quienes todavía (no sé yo si hay tiempo to-da-ví-a) pueden enderezar la situación.
[Reflexión: ¿pá qué cojones sirve un jefe d’estao?]
Por cierto, ayer hablaba casualmente con un empresario de éxito internacional, nacido en el sur, y me decía ante cuatro testigos que la mayor concentración de inútiles de Europa se encuentra en Bruselas, y en el caso de España en la Moncloa y en la carrera de San Jerónimo.
Me sorprendió su afirmación, tanto más porque añadió que algunos empresarios triunfan a pesar de los políticos.
No, no dijo todos. Hay algunos que se hicieron grandes con fondos de la UE, con favores Políticos o aupándose a dirigir clubes de millonarios en pantalón corto. Pero a esos no se les debe de denominar empresarios, hay que llamarlos de otro modo aunque estén en el IBEX 35.
Volviendo al libro de José Antonio, que por cierto no es un libro para las siestas del verano, creo que vale la pena tenerlo a mano para ver dentro de muy poco tiempo si ha acertado en lo que dice y predice.
Por hacer un símil, salvando las diferencias, puede ocurrir como con el libro que publicó el Club de Roma en la década de los 80, en el que abogaba por el “crecimiento 0” para que el planeta y los humanos continuáramos viviendo en armonía, y que se ha cumplido a raja tabla. Mientras los humanos NI PUTO CASO.

El de “Que no se entere ni dios” (me doy licencia para cambiarle el nombre). Pues ya no me cabe duda de que este escritor fue lo que hoy llamaríamos un “niño pijo”, y que el Mota se inspira en sus cuentos para los programas que le emite la TVPP (quiero decir la RTVE, ha sido un lapsus).
NO DIRÉ NADA MÁS!

Y ahora voy a por Vicente Marco.
Los escritos de Vicente, así como también sus obras de teatro, cortas o largas, me recuerdan a Poe (pero sólo un poco ¿vale?). Conforme se avanza en la lectura Poe se queda atrás.
Recuerdo que hace años, cuando los piropos, ahora desaparecidos (como no se construye...), eran habituales, había uno que decía más o menos: entre lo que se te ve y lo que se te adivina, menudo tormento para la imaginación. Pues esa exactamente es mi opinión sobre la novela de Vicente (Premio Valencia 2015).
Él antes no era así, pero ya ves, se nos ha refundado.
su obra me gusta porque tras cada párrafo hay una pregunta y porque una vez acabada no todas las preguntas han sido contestadas.
Ésta tiene además el atractivo del erotismo, que siempre es más lo que sugiere que lo que dice, y que es cortita.
Pero, siempre hay un pero, me quedaría a medias si no dijera que hay un personaje , por cierto sin nombre, que llena la novela sin apenas abrir la boca. Sin él no hay novela. Sí, ese que llegó a la puerta de la calle empapado por la lluvia una tarde aciaga.
Vas bien tío!

Y ahora a ver si el invierno trae algo interesante para leer o tengo que de nuevo intentarlo con el Ulises de Joyce.


Aunque a mí siempre me quedará ERRI DE LUCA.

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