viernes, 8 de julio de 2016

POBRE LUIS (XVI)

Y no lo digo porque fuera un ser humano, que siempre son (¿somos?) dignos de lástima; mucho más si una afilada cuchilla le separa la cabeza del cuerpo, para hacer más creíble a Descartes.
Pero no, no lo digo por eso. Me explico.
Siendo consciente de que la euforia de los principios de la recién nacida república: libertad, igualdad y fraternidad, fueron efímeros. Tanto que en esencia se esfumaron cuando se derramaron los glóbulos rojos de Robespierre; tengo que reconocer que algo quedó flotando en el ambiente. Y ese algo se percibía en sus habitantes, en sus ciudades e incluso en el comportamiento colectivo. Así ha sido a mi parecer durante años, décadas.
Pero he aquí que unos conspiradores, ayudados del miedo, usurpando nombres de organizaciones y arrogándose una representación que no les corresponde, han sido capaces de marear, desorientar y hasta cansar a todo un país, para finalmente acabar con eso que quedaba flotando en el ambiente. Eso que hacía que los pulmones tuvieran allí un poco más de capacidad. Al menos a mi me lo parecía.
Sí, se acabó. La traición se ha consumado.
No les queda más que decir aquello de “tu quoque filii mei, payaso”.
¡Pobre Luis! Ya ves, no ha servido de nada, suele ocurrir.
Una sugerencia, ¿qué tal si ahora en la Bastilla se instala el BCE?
Ya puestos, proponedlo. Sería una maniobra REDONDA.

¡Salud payasos! ¡Malvados payasos!

No hay comentarios: