jueves, 25 de abril de 2013

EL TABLERO DE AJEDREZ


Miré de soslayo el tablero vacío de ajedrez que reposaba sobre la mesa junto a la ventana. Unos rayos de sol que habían conseguido escaparse de la bruma primaveral de la mañana hacían más blancas las casillas blancas, en contraste con las granates que yo había pintado así harto de los convencionalismos del blanco y negro.
Los dedos de Lang Lang regalaban mis oídos, un poco absortos por los efectos de mirto líquido, muy alejado de su significado vegetal, y de una infusión de yerbas silvestres que habían encontrado sitio en cada una de mis células para atemperar el vigor del alba. Me dejé llevar, que a menudo es el mayor placer que nos podemos permitir, y soñé que era yo.
Por mis párpados entrecerrados penetraron imágenes reales que confirmaban la teoría del big bang: somos uno. Sobre el tablero apareció una corona rodando hasta precipitarse fuera de él al vacío infinito. Miré el almanaque y no, no era la fecha que suponía. De inmediato me reconfortaron las teorías de Guerlain y un eslogan muy popular y utilizado en los últimos tiempos: ¡YES, WE CAN!.
Seguro que nos lo merecemos, pero ¿nos lo creemos?. ¡OJALÁ!

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