jueves, 11 de abril de 2013

LA MALA EDUCACIÓN


[Le dedico este relato a José Luis Sampedro, que tanto nos ha enseñado]
Ayer tuve un sueño. Soñé que me encontraba a Piaget en el huerto. Sí, en el huerto; estaba cultivando cebollas y tomates, lo saludé y se incorporó. Iba vestido con tres capas de jerseys y lucía una sonrisa serena, nada extraño en él. Me devolvió el saludo y me dijo ¿por qué no nos sentamos un rato?. Asentí y nos echamos sobre unos sacos que había junto al albergue donde se guardan los útiles de la huerta.
Al poco iniciamos una conversación que más bien fue un interrogatorio. Tenía yo tantas ganas de hacerle preguntas sobre la educación, siempre tan polémica, que sin apenas pedirle permiso, y también sin darme cuenta, inicié así el diálogo.
-         ¿Qué es la educación?
-         Nada del otro mundo. Nada y todo. Nacemos y allí, junto a nosotros, están todos los instintos. El primero el de supervivencia y luego todos los demás.
Entonces nuestros padres deberían de comenzar poco a poco a ir preparándonos para que nos desenvolvamos de forma autónoma en el entorno en el que nos va a tocar vivir. Pero nunca o casi nunca es así.
-         ¿Por qué ocurre esto?
-         Porque lo primero que dicen y piensan es “mi hijo”, nótese que el sustantivo va precedido de un posesivo. Y ahí comienza el error. Piensan que es de su propiedad, que tiene que ser su prolongación, una forma de perpetuarse en la tierra cuando él muera. Se esfuerzan en que tenga todo lo que ellos tuvieron, incluso lo que no pudieron tener. Y lo intentan modelar a su imagen y semejanza. No contentos con eso lo fuerzan a que haga lo que ellos no hicieron, para que sea el mejor de los mejores, bien en deporte o en los negocios o en qué sé yo. De modo que juzgue Vd. lo que puede salir de ahí.
-         ¿Está entonces Vd. en contra de la educación?
-         Le remito a la primera respuesta. Nada más.
-         ¿Podría ampliar un poco aunque sólo sean las ideas generales?
-         Encantado, claro que sí. Mire Vd. Le sobreprotegemos, le coartamos la libertad, le condicionamos sus iniciativas, cuando no se las prohibimos, y, lo que quizá es más grave, le mantenemos alejado durante todo el tiempo que podemos de lo que se va a encontrar cuando se tenga que enfrentar a la sociedad. Cuando llegue la hora de la verdad.
¿Se imagina Vd. a una persona que tiene que convivir con los animales de la sabana que la mantuviéramos en un colegio irlandés hasta la mayoría de edad y a continuación la dejáramos en medio de África?, pues aún lo hacemos peor porque entre eso y sobrevivir solo en la sociedad accidental no hay mucha diferencia.
-         Pero en las familias, en los colegios y en las universidades se enseña a eso, a sobrevivir en la sociedad.
-         ¡AH! ¿Sí?, no comparto su opinión, me da la sensación de que lo ha dicho Vd. sin pensar. De forma automática.
-         ¿Podría profundizar en algún detalle?
-         Claro, podemos comenzar por lo primero que le dije: sobreprotección. Comienza el niño a andar y, si se cae es todo un drama ¡que el niño se ha caído!. Luego, cuando algo mayor, si se hace sangre o si se pelea en el colegio o si se constipa, otro drama. Sin hablar de la protección a las emociones: el niño debe de tenerlo todo porque no puede sentirse en inferioridad con los demás, aunque cueste lo que no se tiene. Y la realidad es que sólo necesita cariño, apoyo y ejemplo.
-         ¿Es Vd. partidario de dejar hacer más que de conducir?
-         Tampoco es eso, el niño aprende sobre todo del ejemplo y de un principio de autoridad que debe de ser referente cuando se enfrente a la vida real, cosa que debe de hacerse de forma paulatina y cuanto antes.
Lo primero que está muy debilitado, cuando existe, que no siempre aparece con claridad, es una autoridad definida que debe de personalizar el padre. Fíjese Vd. que no sólo hay disensiones entre los educadores y los padres sino incluso a menudo entre los propios padres. Eso difumina la autoridad y hace que el niño llegue a pensar que la autoridad es él mismo. Desastroso, sencillamente desastroso.
-         Eso suena a libertad.
-         Pues sí, a libertad y a responsabilidad. No puedo decirle otra cosa porque no la pienso y he comprobado que lo que le digo funciona. Hay que cortar el cordón umbilical cuanto antes. Los padres y los educadores deben de estar ahí, pero prolongar dependencias y sobreproteger hay veces que hace más daño que el maltrato físico o psíquico.
Mire Vd., en el momento actual, en la sociedad occidental (por decirlo de un modo que se entienda) se dan continuamente situaciones de esclavitud y tiranía en las relaciones padres-hijos, por ese orden. Los padres, inconscientemente, asumen la situación de esclavos de sus hijos a los que han educado en una supuesta abundancia sin esfuerzo que a ellos les va a resultar dificil alcanzar sin esfuerzo. Y los hijos asumen la de tiranos porque son incapaces de abrirse camino en la “selva” del capitalismo despiadado que impera. No están entrenados.
Piense Vd. qué nivel de libertad se puede disfrutar en el mundo actual más allá de la autosuficiencia. Y si se depende hasta en lo más esencial de los padres o del Estado o de la sociedad, realmente la libertad queda dilapidada.
-         ¿No le parece muy duro esto último?, dice Vd. palabras que indican que estamos ante un error casi colectivo y de dimensiones importantes.
-         La sociedad actual está formando seres malcriados que no se han esforzado en absoluto y que tienen todo lo que desean y más. De modo que cuando se hacen adultos y quieren algo se vuelven a sus padres para que se lo faciliten. Se quejan de todo y achacan los males a la sociedad. Todo menos esforzarse para conseguirlo.
-         ¿Qué diagnóstico psicológico tiene esos comportamientos?
-         Uno muy sencillo: miedo y pereza por parte de las nuevas generaciones. Los dos van unidos y se fomentan tanto en los entornos de familia como por la sociedad civil. Y miedo y sentido de la culpabilidad en los padres. Porque la sociedad al estar atrapada por el miedo es mucho más gobernable, y eso interesa a quienes tienen que dominarla que cuentan con infinidad de recursos para ello. Hasta el punto de que cuando algún educador intenta forzar a los alumnos está mal visto y se le persigue, incluso por los propios padres.
Por suerte no todas las personas son así y existen las “anormales” (tenaces, trabajadoras, entregadas, motivadas) que tienen una gran autoestima y se superan día a día. Gracias a ellas estamos nosotros aquí hablando.
-         Ha dicho Vd. AUTOESTIMA, me ha parecido que enfatizaba, que lo decía con mayúsculas.
-         Sí, es que es el único fármaco que funciona. La seguridad en uno mismo se obtiene a partir del trabajo y del esfuerzo. Intentando cosas nuevas y audaces. Si se hace siempre lo mismo no se puede esperar llegar más allá.
-         ¿Qué futuro nos espera entonces?
-         No sé, no tengo muchas esperanzas. Sí creo que los líderes reales  de la sociedad que nos gobierna, desde la penumbra, tienen suficientes herramientas a su disposición para esclavizar a quienes no espabilen. La “mala educación” llevará a la ruina económica y a la esclavitud social a una parte importante de la actual clase media, salvo que reaccionen a tiempo, que sigo dudándolo.
El paro juvenil es consecuencia de esa sobreprotección a la que he hecho referencia antes, si no tuvieran el apoyo incondicional de la familia todos absolutamente estarían integrados porque habrían forzado su integración ellos mismos. La sociedad no la forman quienes la dirigen sino quienes la integran. Cuando la sociedad de forma solidaria toma unos derroteros no hay nadie que pueda pararla, pero no hay ni ganas ni solidaridad ni siquiera se plantea de forma teórica. Mire Vd., lo mismo que un deportista que entrena a diario necesita las endorfinas, también una persona que se sumerge en la pasividad y en echar la culpa a la sociedad de sus males necesita de su diario “pobre de mí” para sobrevivir. De nuevo vence la pereza, es una característica del ser humano cuando tiene asegurada la supervivencia, aunque sea sólo eso, supervivencia.
-         Vuelve a ser Vd. muy duro.
-         Quiere Vd. más detalle. Una persona sin ambición, porque todo le ha venido sin esfuerzo; que tiene cama, comida, artilugios electrónicos para “jugar” y muchas otras personas a su alrededor con las mismas “inquietudes y motivaciones”, ¿de qué esfuerzo piensa que es capaz?.
-         Si le parece, le haré una última pregunta y nos vamos a seguir con los tomates.
-         De acuerdo, de acuerdo, yo también prefiero los tomates.
-         ¿Cómo ha educado a sus hijos?
-         Mis hijos. Mis hijos han sido muy bien educados porque los educó su madre que no sabe nada de esto.
-         Muchas Gracias.

Y ME DESPERTÉ. Lástima porque podría ser verdad, y quién sabe si lo es.

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