lunes, 16 de septiembre de 2013

LA MANO

La mano es importante. Claro que lo es.
Tampoco hay que magnificar pues si nos paramos a valorar también lo son otras partes del cuerpo, los sentidos y así hasta la última célula.
Pero hoy me he quedado mirando la mano. Más exactamente la palma de la mano, y, quizá porque acababa de pasármela por la cabeza en la que quedaban restos de aceite o porque mi curiosidad estaba más sensible, me he parado en la gran riqueza de arrugas de todos los tamaños que la surcan de acá para allá y de allá para acá.
Eso me ha hecho recordar que hace algún tiempo leí que en esas arrugas reside toda nuestra vida codificada. Tanto la pasada como la presente e incluso el futuro. Sea como sea, hoy me ha sobrecogido su belleza. La de sus formas, sus diferentes tonalidades, incluso una energía especial que he percibido que surgía de ella y que he tenido la tentación de calificarla de vida.
He estado largo rato mirando las líneas principales y otras más pequeñas, innumerables, que con un orden desordenado surcan dedos y cada centímetro de piel, la mayoría con apariencia de innecesarias, lo que las hace más cargadas de misterio y de valor para mí, así como portadoras potenciales de esos mensajes a los que me refería al principio, un poco en broma y un poco en serio.
Al rato me he dado cuenta de que mi mirada se perdía en los detalles de la mano igual que se pierde mirando al cielo en las noches estrelladas en la montaña.

Y he pensado que quizá será eso, que más que manos tenemos cielos.

2 comentarios:

Selene Artemisa dijo...

Me gustaría osbervar tus cielos y yo te enseñaría los míos. Bonito momento de contemplación, gracias por escribirlo.

A dijo...

La belleza de esas palabras, que intentan competir con su espíritu sagrado (que no religioso), animan a seguir escribiendo eternamente.