lunes, 16 de septiembre de 2013

SAL

Me levanté temprano para ordenarlo todo. Fue un día largo y duro en el que trabajé como nunca: jardín, piscina, patio y no sé cuantas cosas más. Luego fui a la cocina y preparé la comida.
Valió la pena. Nadie me incordió y eso es de agradecer; aunque desde sus reposos mis métodos fueron cuestionados, chocaron contra mi sordera voluntaria.
Sentados a la mesa, en silencio, compartimos el resultado del último trabajo con cierto placer hasta que alguien frunció el ceño, dio un salto y corrió a la cocina volviendo con sal para sazonar la ensalada mientras magullaba algo ininteligible (cuando alguien magulla cosas ininteligibles, no preguntes que no hay premio).

Toda una enseñanza. Allí aprendí yo la importancia de la sal. Y eso fue exactamente lo que hice grabar en su lápida “SAL”, pero como el marmolista es amigo y me hizo un precio especial, añadí “Si te atreves”.

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