martes, 3 de marzo de 2015

LITERATURA Y CARÁCTER

La literatura es un espejo en el que se miran los pueblos.
Poner ejemplos sería despreciar el conocimiento sería despreciar el conocimiento de cualquiera que comparta esta reflexión.
Oriente, el mundo árabe, la Rusia comunista y tantos otros nos han dicho más a través de su literatura que en los libros de historia.
Acabo de salir de un teatro en el que se han atrevido a, de forma jocosa, pasar de puntillas por la obra cumbre del manco de Lepanto, sin defraudar.
Mientras venía hacia aquí he repasado algunos momentos de la obra intentando asimilarlos con comportamientos oriundos de la tierra, constatando que coincidían en esencia, salvando las diferencias de épocas que no son demasiadas.
Y, como la mente para poco, eso me ha llevado a otras obras clásicas costumbristas, iconos de nuestra literatura.
El Buscón, El Lazarillo de Tormes, Don Juan Tenorio, La Celestina (¿por qué no?) y otras de menor fama. UY! Se me olvidaba “Vuelva Vd. mañana” de Mariano José de L. Son todas ellas reflejo de una sociedad, desde el punto de vista global; y sus personajes de comportamientos cuyas similitudes con los actuales no dejan de ser curiosos o por lo menos llamar la atención.
En ellas hay pillería y habilidad para conseguir lo que se quiere evitando el esfuerzo físico. Lástima que una sociedad con un intelecto tan activo no haya encontrado todavía el camino de emplearlo de otra manera. Porque si bien no se llega a la delincuencia, la ética y la moral se ningunean , incluso el respeto queda a menudo bastante mal parado.
El esfuerzo y el trabajo, una vez más huelgan por su ausencia.
Recordemos, comenzando por el protagonista cuya obra acabo de ver, que era ni más ni menos que un hidalgo, o como se suele decir “ni chicha ni llimoná”; y de los protagonistas  de las otras obras mentadas, más de lo mismo.
Lazarillo que roba a su amo, Maese Cabra que se encarga de que sus hospedados no necesiten un endocrino, don Juan cuyos objetivos no precisan de curriculum vitae, y la Celestinas que, lejos de los fogones y las actividades artesanas que en su época se les reservaban, buscaba las satisfacciones del alcahueteo.
Vamos que, tanto los mentados como los omitidos nos los regala la literatura como reflejo fiel del carácter de un pueblo.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que sus autores nos dejaran semejantes joyas?, cientos de años. Quién lo diría. No lo parece. Miro a mi alrededor y los veo a todos incluso multiplicados.

Sí, hay excepciones, pero aún así siguen estando todos entre nosotros y posiblemente son mayoría. 

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